Empecé a ver este programa
cuando ya llevaba bastante tiempo en antena. Hará de ello unos tres o cuatro
años, y al principio me hacía cierta gracia el jueguecito de adivinar qué se
escondía tras el tablero. El presentador me parecía simpático y la chica que
desvelaba las casillas con las vocales o las consonantes, un monumento
nacional. Comía, veía el programa y el avance informativo de Antena 3 con la
decepcionante e insulsa Mónica Carrillo y después a seguir la tarde. No tardó
en convertirse en una costumbre que hoy, a pesar de todo, sigo manteniendo. Aunque
solo sea para comprobar, día a día, las carencias, trampas y demás que se
advierten descaradamente en el programa.
Lo primero de lo que te das
cuenta al mirar el programa, es que no es como otros concursos de la televisión
en los que los concursantes van allí a ganar dinero. No. Qué va. Como todo
concurso televisivo, se produce primero un casting para elegir a los concursantes.
No voy a hablar del pedante y elitista “Saber y ganar”, del que no me gusta ni
lo que he dicho ni su histriónico presentador que ya debe tener nietos, pero sí
para compararlo con este. Son como el día y la noche. A “La ruleta de la suerte”,
los concursantes van a salir en la tele. Algunos incluso se llevan fotos de sus
hijos o no pierden oportunidad para saludar a su novia, a su madre o a sus
colegas de cervezas. Lo del dinero ya es opcional. SI consiguen algo, estupendo,
y si no, pues han salido en la tele y podrán grabarlo para la posteridad. Hasta
ahí todo perfecto. Cada uno es libre de hacer el ridículo como quiera.
Pero ese es, probablemente,
el problema principal de ese programa. Los concursantes hacen el ridículo todos
los días. No se puede negar que ponerse delante de las cámaras ante un montón
de gente y focos apuntando hacia ellos debe influir de una manera notable en
cuanto a nervios, pero hay casos que claman al cielo. Y lo malo es que hay
casos que claman al cielo todos los días. Y parece que los de Antena 3 están a
gusto con ello, ya que, como decía antes, a través del casting comprueban quién
es tonto de remate y quién puede llevarse un pico que a la cadena no le
interesa. Y eligen a los primeros, sin duda. Además, también hay público,
cámaras y focos en “Pasapalabra”, y allí disfrutas como un enano viendo a gente
magníficamente preparada y que es capaz de contestar veinticinco definiciones
en 120 segundos cuando la M puede hablar de una montaña de España y la N de la
especialidad médica en los riñones. Por tanto, esa excusa a mí no me sirve.
Con el paso del tiempo,
compruebas las interioridades que se aprecian o parecen presentes en el
programa. Te das cuenta de que Paloma López, la chica del tablero, es poco más
que una mujer espectacular de metro setenta largo escogida probablemente porque
se compenetra muy bien con el presentador. Pero lo importante de esta chica, es
decir, cómo se gana el sueldo, es cuando tienes que ver la publicidad durante
los descansos y observas cómo anuncia los colchones o lo que hayan pagado para
ese día. No puede tener una voz más horrible. Además, apenas abre la boca para
hablar y parece una quinceañera a la que la faltan unas clases de dicción,
donde lo primero que te enseñan es que para hablar bien y que se te entienda,
tienes que abrir la boca. Esta chica no lo hace. Y si como sospecho, lo que
desea esta chica es pasar al mundo del celuloide y utiliza el programa solo
como un trampolín mientras estudia, creo que, si alguna vez eliminan el
concurso de la parrilla, Paloma se quedará sin empleo durante una larga
temporada. A pesar de ello, me cae bien. Creo que su simpatía no es fingida y,
a diferencia de Jorge y dentro de sus posibilidades, intenta ayudar a los
concursantes. Aunque los concursantes no tengan remedio porque son nulos
totales. Mis mejores deseos para ella cuando termine su etapa en el concurso.
Jorge Fernández, mi tocayo
en nombre y apellido, es un caso aparte. Si no recuerdo mal, la única
credencial que presentó para aspirar al puesto que ocupa es haber sido Míster
España hace años. La verdad, no sé cómo obtuvo tal galardón porque, a pesar de
su metro ochenta y ocho así a ojo, tiene un ojo mirando a Ferrol y otro a
Albacete. El problema con Jorge es distinto. Él es el amo y señor del concurso,
y se supone que también debería ayudar a los concursantes para que escojan la
mejor opción en cada momento. Pero Jorge tiene uno de esos pinganillos en la
oreja, en los que el productor, realizador o quien sea, le avisa de lo que
tiene que decir en cada momento, sobre todo en los momentos complicados en los
que un concursante tiene que decidir algo importante para ganar un dinero. La
orden siempre es “despístale”, y seguramente los concursantes están tan
nerviosos que acaban escogiendo la peor opción posible. La consigna por parte
de Antena 3 es que los participantes en el concurso se lleven la cantidad
mínima de dinero posible, y lo cierto es que lo consiguen porque ellos tienen
los medios para hacerlo. Por ejemplo, parar la ruleta en el momento conveniente,
es decir, antes de la casilla de 200 euros o del mismo bote. Demasiadas
casillas de 25 euros, demasiadas quiebras y demasiadas pérdidas de turno.
Además de la propia estupidez de los concursantes.
Lo que está claro es que, si
quieres ganar dinero en un concurso o incluso si eres un concursante
profesional, como la admirada y querida por todos Lilit Manukyan a quien ya he
visto en “Atrapa un millón”, “Pasapalabra” y alguno más que se me escapa y que
ya está preparada para volver a “Pasapalabra” porque esa chica armenia sabe más
de España que media población nacional, no vas a “La ruleta de la suerte”. Allí
no he visto a nadie ganar más de doce mil euros, y hablo de un largo recorrido
de cuatro años. En este programa la gente se va feliz con 3.000 o 4.000 en un
día excepcional (que ya es buen pico), pero no puedes aspirar a mucho más.
Además, si has tenido la fortuna de llevarte una buena suma durante el
concurso, cuando llegas a la prueba final ya se preocupa la producción del
programa de ponerte un panel imposible para que te quedes con las ganas de
llevarte el dinero extra que había preparado.
La última, o siguiente,
genial idea que han tenido los miembros del equipo de producción del programa
es incorporar a tres tíos para cantar y tocar las pruebas de música. No sé por
qué les llaman banda. Son tres. Una banda es a partir de 4. Y les falta un
bajista. El teclista es muy bueno y el batería también. No son dos recién
llegados al mundo de la música y además han formado parte de bandas mucho más
importantes, de las que graban discos y salen de gira. Lo realmente terrible es
escuchar al cantante, Joaquín, se llama, y verle interpretar una canción de
Gloria Estefan. Supongo que este muchacho hace lo que le mandan, pero me ha
hecho mucha gracia comprobar en numerosas ocasiones como se ha equivocado en
algún acorde o solo de guitarra. Pero bueno, todos nos equivocamos, aunque
pensando en estos muchachos que hacen la música y a los que pagarán un buen
sueldo, yo me pregunto si no sería más adecuado aumentar los miserables premios
de las casillas. En la versión americana original, la casilla más barata es de
cien dólares. Y hay casillas de mil que no están rodeadas por dos quiebras.
¿Nos gusta el programa? Sí,
es una manera de pasar el rato antes de ir a comer. ¿Se nota demasiado a lo que
va Antena 3 y el desastre de concursantes que traen a propósito? También se
nota.
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