La iconología actual
convierte a auténticos indeseables en ídolos de masas. Un ejemplo perfecto son
los futbolistas, personajes sin ningún valor que han tenido la fortuna de nacer
en las últimas décadas y aprovecharse de adquirir cierta habilidad con ese trozo
de cuero hinchado para vivir mejor que el resto de los habitantes del planeta
sin haber terminado, en muchas ocasiones, unos tristes estudios medios que ni
necesitan ni les sirven para nada si con veinticuatro años han ganado dinero
para vivir diez veces y saben preocuparse de encontrar a alguien que lo
gestione por ellos.
Hace años trabajaba en una
empresa que tenía firmado un contrato en exclusiva con un club de fútbol para
suministrarles toda la informática que necesitaran. En una ocasión, una de sus
estrellas acudió a la empresa porque su ordenador portátil de seiscientas mil
pesetas de entonces no se encendía, y por supuesto, él no lo había tocado. No
pudimos hacer nada por el aparato, pero después nos enteramos de que aquel
jugador procedente de tierras gallegas no sabía usarlo y como sus hijos eran
todavía pequeños lo había guardado dentro de una caja de zapatos en el interior
de un armario y meses más tarde se había producido una inundación que había
dejado el portátil inservible. Por supuesto se le cambió el equipo y no por uno
de seiscientas mil, sino de un millón de pesetas. Todo para que mi empresa
pudiera lucir en su fachada el logotipo de “proveedor oficial”.
En el caso del jubilado ZP,
ha sucedido lo mismo. En una época política que podíamos llamar intermedia en
la que por el bando de los azules se producía una clara batalla interna porque
no todos los peces gordos populares, léase Cascos, léase Rato, y miren cómo han
acabado los dos, estaban de acuerdo con que el solemne y pusilánime Rajoy
accediera a la candidatura presidencial, por el bando de los trasnochados encarnados
se producía una situación muy curiosa y que dice mucho de la sabiduría, o falta
de ella, de quienes deciden quién va a decidir sobre nosotros. En aquella
ocasión se trataba de Bono, hombre de amplia experiencia pero demasiado cercano
a la Iglesia para la curia socialista claramente dividida entre sus defensores
y sus detractores, o un tal José Luis Rodríguez Zapatero que venía de un León
que también existía pero al que nadie conocía. Los adláteres herederos de Pablo
Iglesias prefirieron al desconocido antes que al gran amigo de Rouco por
aquello de con la Iglesia hemos topado
y para no cabrear a los todavía más trasnochados y de ideología política
absolutamente agotada de Izquierda Unida que se convertirían probablemente en
socios de gobierno, y se inició entonces la etapa, desastrosa etapa, zetaperiana, que nos ha llevado a la situación actual.
Todo un movimiento surgió
entonces para apoyar al nuevo candidato al que las aún no tan poderosas redes
sociales encumbraron como el hermano gemelo español de Rowan Atkinson, más
conocido como Mister Bean. El
parecido era asombroso, y enseguida se inventaron ese movimiento con un dedo
sobre la ceja otros ejemplos para la sociedad de la talla de Joan Manuel Serrat
o Miguel Bosé para apoyar al que seguramente sería el próximo presidente de
España.
El resto, es conocido.
Afecta a todos los niveles de la sociedad. Tenemos el mayor fracaso escolar de
la historia de nuestro país porque se premia a los chavales por ir a clase para
no estar en la calle y se dan títulos de Bachillerato con tres suspensos y
alumnos que ni siquiera saben hacer una raíz cuadrada sin calculadora. Los
profesores, muchos de ellos, acuden a clase sabiendo que no pueden tocar a los
alumnos pero los alumnos sí les pueden tocar a ellos y además denunciarles por
cualquier cosa que se les ocurra. También tenemos el lado contrario, pero la
balanza se inclina claramente del primero.
En los docimilios
particulares, unos padres castigan sin salir
a una niña de quince años que se pasa el día fumando porros y se escapa
de casa para ir a comisaría, denunciarles por maltrato y los asistentes
sociales se les echan encima. Las farmacias se llenan de esas mismas niñas de
16, 15, 14 años, que saben que pueden tener relaciones sexuales sin protección
porque la pastillita de 18 euros dura cinco días y además sus padres, que no
están en casa porque trabajan o buscan trabajo, ni se enteran de que las
compran ni se enteran de que criaturas de 14 años se meten en la cama sabiendo
que gracias a ZP pueden pasar del instituto porque nadie avisará a sus padres y
echarán un polvo a las diez de la mañana con el crío que les apetezca ese día.
Al día siguiente de acceder
al cargo manda a las tropas volver de Irak, seguramente la mayor humillación de
la historia de nuestros soldados desfilando delante de los americanos riéndose
de ellos y llamándoles cobardes, y la ínclita Carmen Chacón anula cualquier
acto religioso del ejército solo porque ZP impone una política anticlerical
apoyada por el nefastísimo Llamazares para seguir dándole sus votos, pero no se
atreven a tocar los acuerdos con la Iglesia porque saben que Cáritas les saca
las castañas del fuego de una manera casi anónima atendiendo a un millón de
personas al año y sin aparecer en los medios para criticar al gobierno porque
la cifra de indigentes sube cada año de una manera imparable. El ejército, que
sigue siendo una organización sumisa porque por la cadena de mando la queja de
un sargento jamás llega a un teniente general, protestó como nunca, porque hay
tradiciones que los que las practican no quieren tocar, pero tuvieron que
callar y obedecer. Poco han tardado, desde que volvieron los azules al poder,
en solicitar de nuevo los actos religiosos en las ceremonias castrenses. Los
quieren, y una señora que ni siquiera sabe desmontar un CETME, solo es un
obstáculo temporal para ellos.
Como ya escribí con
anterioridad, el rey de los mediocres se impuso en una etapa en la que España
había sobrevalorado su auge económico por la burbuja inmobiliaria que le
explotó en las narices, y él supo aprovecharse de eso. Ahora nos viene con que
está escribiendo un libro sobre los motivos de la crisis. Dicho libro debería
incorporar solo tres palabras: “la provoqué yo”. Sin duda se ha convertido en
el peor enemigo de los españoles porque uno de cada cuatro no trabaja, porque
con 47 millones de habitantes tenemos 450.000 políticos mientras en Alemania
con 80 millones apenas llegan a 100.000, porque se destinan partidas
presupuestarias para financiar estudios sobre la transversalización de la mujer
en un pueblo de Guatemala y porque ha permitido que el mayor agujero negro de
nuestros tiempos, es decir, Andalucía, se convierta en la vergüenza de todo el
país al renovar el gobierno de los que mantienen a los que no quieren trabajar.
Artur Mas, aunque parezca que sueñe con Andalucía por las noches, tenía toda la
razón del mundo al hablar de los andaluces en los bares. Yo lo he visto en
persona en Sevilla al mediodía. Y todos sabemos lo que es el PER y todos
sabemos, o quizás no, que la Junta de Andalucía es la única comunidad autónoma
que financia el 100% del coste de una operación de cambio de sexo cuando las 16
restantes, fueran del signo político que fueran, lo consideraron un disparate.
Y luego nos quejamos del populismo de Chávez, de Morales o de Kischner.
Y casos así, a patadas.
Todos bajo el gobierno ZP. Ahora que no nos hablen los señores sindicalistas
Méndez y Toxo, que entre los dos deben sumar 50 años sin darle un palo al agua,
de recortes en las libertades. Se llenan la boca con los derechos de los
trabajadores, pero ¿qué hay de sus deberes? De esos nadie habla. Y de los seis
millones de parados tampoco hablan. País.