martes, 17 de julio de 2012

Las cenizas del olvido- Quinto capítulo

CINCO



Marisa siguió sin ponérselo fácil y Antonio, lejos de impacientarse porque no conseguía sus propósitos, se lo tomó con mucha calma. Sabía que aquellos terrenos, que ya gestionaba aunque los beneficios eran depositados en un fondo fiduciario, serían suyos tarde o temprano, y se limitaba a dejar transcurrir los días. A veces mataba las tardes paseando con su pretendida o visitando su biblioteca mientras escuchaba unas conversaciones por parte de los que allí se reunían que no le importaban lo más mínimo pero formaban parte de aquel purgatorio temporal al que le había castigado Adalberto. Cuando la compañía de Marisa y su legión de libros harapientos se le antojaba insoportable, se decantaba por una de las muchas mujeres del pueblo que estaban a su servicio para mantener relaciones íntimas en cualquiera de las cabañas que la familia Poyatos había construido a lo largo de la comarca y que se contaban por decenas, nunca llegué a conocer el número exacto aunque en la mayoría de los casos se trataba de un montón de troncos de madera y una cubierta de paja, sin molestarse en acondicionar una puerta, instalación eléctrica o retrete. La vida era perfecta para él y aquel terreno tampoco era tan importante porque solo le haría más rico de lo que ya era; su intención era mantener las apariencias durante una temporada tras pasar por el altar y cuando estuviera en su poder la escritura de propiedad solicitaría el divorcio por diferencias irreconciliables. Le encantaba aquello de la modernidad, ya que en tiempos de sus abuelos los que se casaban se aguantaban toda la vida y con la nueva democracia se habían ido introduciendo aquellas curiosas denominaciones que le había comentado aquel tipo estirado que ejercía de abogado para los asuntos legales de la familia. Un matrimonio de conveniencia se podía anular sin que intervinieran los fastidiosos curas para poner el grito en el cielo, nunca mejor dicho, y además podía casarse en régimen de separación de bienes con lo cual tras divorciarse ella volvería a quedarse con una mano detrás y otra delante y si le tocaba las narices podía incluso desposeerla de su fabulosa biblioteca ya que en el contrato de explotación de la misma quedaba claramente establecido que el poseedor de los terrenos y el edificio sería él y Marisa constaría como administradora civil sin derecho a reclamar la propiedad legal. La niña se creía muy lista, pero sus abogados lo eran más, por lo que hasta entonces la situación parecía controlada.

La esposa de su hermano Roberto, Lucía, una diplomada universitaria sin pasado conocido que había llegado desde Madrid para hacerse cargo de la enfermería del pueblo y se había casado con él porque le había considerado el único hombre que valía la pena desde el punto de vista intelectual entre aquella manada de asnos del pueblo, se dio cuenta al cabo de unas semanas de que su marido no salía airoso de sus intentos de mantener la pasión del matrimonio. El quinto de los hermanos Poyatos, que no destacaba en nada de lo que hacía y por ello su padre se había limitado a establecer en su testamento una renta fija mensual para él sin ninguna responsabilidad en sus fábricas ante la escasa valía de su vástago que le había llevado a fracasar en todas las empresas que había iniciado, descubría al mismo tiempo que su mujer intentaba que funcionara en el lecho, que le gustaban los hombres. Llevaba unos pocos años considerando aquella posibilidad; Roberto era la perfecta combinación de hombre atractivo y sensible que volvía locas a las mujeres de la zona pero se había dado cuenta de que no nacían sentimientos de amor hacia ninguna de ellas, y sin embargo en más de una ocasión se había sorprendido a sí mismo observando el trasero de un hombre durante un guateque. No tardó mucho en salir del armario, como dicen los jóvenes, tras una serie de charlas y correspondencia con un antiguo compañero de estudios en Cáceres al que le había sucedido lo mismo y por ello mantenían una estrecha amistad que con el paso de los años, las confidencias y la complicidad entre ambos dio paso a una relación sentimental que aún hoy en día debe permanecer oculta a los ojos de sus vecinos, porque los tiempos modernos no llegan a todas partes y la liberación sexual de los años ochenta ni se acercó a nuestro pueblo. Roberto tuvo que admitir, ante las muestras de indignación de su esposa, que llegaba a gritarle en el lecho por su incompetencia alarmando así al servicio que se despertaba y corría para atender a sus jefes, que no le tocaba un pelo del cuerpo porque era incapaz de sentir atracción física por una mujer después de haberlo intentado con unas cuantas en la capital durante su breve etapa universitaria y con ella misma, y ante los nulos resultados conseguidos había llegado a la conclusión de que, tras consultarlo con su compañero de correspondencia y consumar diversas tardes de caricias y juegos íntimos con un amigo suyo que le había enseñado el arte del amor entre dos hombres, sus deseos y sus satisfacciones procedían de las personas de su mismo sexo. Roberto Poyatos no era más que una víctima de sus propias inclinaciones y de eso no tenía la culpa, aunque sí era dueño de sus fracasos y de haber permitido que aquella mujer que decía haber llegado de Madrid como podía haber escapado de prisión para refugiarse en el pueblo sin que nadie se enterara y en cuanto le había conocido no había vacilado en pedirle relaciones, le convenciera para que se casaran cuando unos años atrás él ya intuía que sus reacciones ante la presencia de las mujeres del pueblo significaban algo más de lo que en aquel momento estaba dispuesto a admitir y asumir. Lucía se puso hecha una furia ante la confesión de su marido y llegó a considerar la solicitud de divorcio y traslado a otro lugar de España para empezar de cero, pero Roberto Poyatos era un hombre que despertaba la compasión de aquellos que le conocían en profundidad y su esposa tampoco era un trigo que brillara por su limpieza, así que a partir de aquel momento se consideró en plena libertad de hacer lo que le viniera en gana y si Roberto no satisfacía sus necesidades íntimas, encontraría a otro que lo hiciera. Ella era una mujer de bandera que disparaba la temperatura de los adolescentes del pueblo cuando les auscultaba palpándoles a lo largo del pecho o les subía la manga de la camisa para sacarles sangre y sin duda haría lo propio con cualquier hombre que se cruzara en su camino y que le apeteciera probar. Guardaría celosamente el secreto de su marido y se dedicaría a disfrutar de la vida como mejor se le ocurriera. Un pacto de caballeros que no se rompió hasta la muerte de la enfermera.

Y en medio de ese descubrimiento apareció el enorme y viril Antonio para darle a su cuñada lo que su marido era incapaz de ofrecerle. Tras conocer la triste realidad de su matrimonio, Lucía no tardó en fijarse en aquella fuerza de la naturaleza cuya sola cercanía aterrorizaba a su esposo, y durante una visita rutinaria de su cuñado para someterse a una revisión anual de sangre y orina, se desabrochó un par de botones de su uniforme con la esperanza de que aquel toro de lidia, de quien tenía entendido que no se molestaba en mantener las apariencias, echara un vistazo en su interior. El mayor de los Poyatos se tomó aquel descarado acto de Lucía como lo que era, una invitación para profanar su cuerpo, y ambos debieron acabar la revisión amancebándose salvajemente sobre la mesa camilla de la enfermería del pueblo con el pestillo de la puerta de entrada convenientemente bloqueado.

Antonio y Lucía se convirtieron en amantes habituales, diarios y con frecuencia nocturnos sin apenas disimular y a menudo Lucía ordenaba a su marido que cogiera el coche y desapareciera en dirección a Cáceres para pasar la noche con su compañero. Ante su sorpresa y el constante temor que le provocaba la aparición de su hermano mayor que le trataba como a un cubo de la basura que se vaciaba a patadas en mitad de un cenagal porque se olía el pescado desde hacía muchos años y los hombres que no respetan a las mujeres tampoco suelen respetar a los homosexuales, ella le contestaba siempre con la misma frase: “Ya tienes lo que querías. Ahora déjame a mí tener lo que quiero”, y ante aquella observación irrefutable, el quinto de los Poyatos emprendía con alivio dirección a la capital mientras su esposa se revolcaba con la mula de su hermano mayor en el lecho que ambos compartían, es un decir, dando rienda suelta a sus pasiones y morbos insatisfechos durante los anteriores años de matrimonio con Roberto en los que podía contar con los dedos de una mano los momentos en los que había llegado al clímax sexual, y más por su propio empeño en conseguirlo que por el buen hacer de su marido. No era el único matrimonio que padecía aquella situación, pero cuando el dinero entra por la puerta el amor sale por la ventana y algunas mujeres de la villa casadas con hombres por conveniencia de éstos, se limitaban a soportar estoicamente una situación indeseada pero que al menos les confería estabilidad económica. Pero a Lucía Poyatos no le importaba tener más o menos duros guardados en el banco, su diploma universitario le facilitaba trabajar en cualquier parte, y si en aquel momento de su vida no le apetecía hacer las maletas de nuevo, encontraría la solución ideal para sus problemas de insatisfacción marital. Y su formidable cuñado parecía ser la respuesta a todos los interrogantes.

La aventura ilícita de Lucía y Antonio se prolongó por el tiempo de tal manera que el hombre armario llegó a olvidarse durante una temporada de la dulce e ingenua Marisa, cuyo valor descendió conforme su cuñada le proporcionaba a diario el placer al que otras mujeres de los alrededores, menos cultivadas y desarrolladas que ella, ni se acercaban aunque pusieran todo su empeño. Poyatos no quería compromisos, su amante era una auténtica leona salvaje en la cama, gustosa de juegos de fetiches y dominación y le había convertido en su esclavo particular, algo insólito para un hombre como él, acostumbrado a que todo el mundo besara el suelo que pisaba al caminar o en el peor de los casos se apartara. Pero los cuñados no solo se dedicaban al sexo en sus largas tardes y noches de gimnasia erótica; también hablaban de cómo transcurría la vida en el pueblo y en uno de los descansos entre las ruidosas quejas de los listones de madera crujiendo por el exceso de peso, Antonio le había explicado cuál era la situación con el testamento de su padre, la presencia de Marisa y sus planes a largo plazo con los negocios familiares de los que, a menudo, le pedía consejo aprovechando su formación universitaria y para no llamar a la puerta del estudiante día tras día porque aunque le invitaba a cervezas cuando le veía, solo le aguantaba con unas copas de más y no confiaba en él para que le diera un repaso a la contabilidad que le llevaban desde Cáceres y además era consciente de que el universitario había ejercido de mentor de su pretendida desde muy joven, por lo que le consideraba el enemigo en casa. La enfermera apenas había reparado en la existencia de la joven, a la que había visto por el pueblo en media docena de ocasiones aunque pasaba por delante de la biblioteca cada día pero nunca le había dado por entrar y contemplar sus modestas instalaciones; vista una, vistas todas, como las películas de tres rombos, y le había parecido otro ser insignificante en un pueblo lleno de seres insignificantes. Pero cuando Antonio le explicó las condiciones de la herencia, le exigió que volviera a la carga con Marisa. Se trataba de muchas hectáreas de terreno cuajado de valiosos pinos y robles y más de diez mil cabezas de ganado, la partida más numerosa de la provincia, que le permitía obtener carne, leche, sementales y crías que le reportaban cuantiosos beneficios en las ferias de ganado, y el precio a pagar consistía en casarse con una mujer que, según las palabras de Poyatos, sería su esclava sumisa toda la vida y no les plantearía ningún problema para continuar con su adúltera relación. Él solo tendría que cumplir con su esposa una vez a la semana, porque el conseguir descendencia no formaba parte de la última voluntad de Adalberto Poyatos en lo que yo siempre consideré un descuido por su parte ya que casarse con ella no le resultaría demasiado difícil, pero que mi adorada Marisa pariera a un Poyatos era harina de otro costal. La enfermera tampoco pensaba tener hijos, sentía auténtico pavor a la aparición de estrías o cualquier otra deformación de su cuerpo y era una apasionada del espejo cada vez que se arreglaba para salir, pero tampoco quiso que su amante los tuviera con la que estaba predestinada a ser su mujer y así se lo hizo saber. Antonio la tranquilizó diciéndole que sería difícil tener descendencia con una cría a la que siempre había considerado una estrecha y por la que no sentía el menor deseo sexual y que ya había algún que otro vástago suyo por el pueblo y más de uno en camino, por lo que el hecho de tener hijos legítimos no le preocupaba y solo se casaría con aquella niña rara porque su padre así lo había exigido para que pudiera poner sus enormes manos sobre aquella suma de millones que le esperaba. Finalmente y tras muchos debates entre coito y coito, Lucía autorizó a Antonio, y creo que describo la situación exacta que se produjo según la servidumbre que con gran riesgo y escasa catadura moral se dedicaba a escucharles tras la puerta de la alcoba, a casarse con Marisa siguiendo los pasos que él creyera convenientes para conseguirlo porque se había preocupado de averiguar lo suficiente sobre aquella niñita para saber que no tenía ninguna intención de casarse con él ni con otra persona de aquel pueblo. Ella era uno de esos pájaros cuyas plumas son tan bellas que no pueden ser enjaulados y disfrutaba de su libertad sin preocuparse por lo que pensaran los demás. La muchacha vivía su vida sin reparar en ello, como una excepción en aquel lugar en el que todo el mundo actuaba pensando en cómo reaccionarían sus vecinos y las miradas fugaces estaban a la orden del día, una jaula de personas cuyas existencias parecían predestinadas antes incluso de nacer y de la que aquella Marisa Casares y ella misma no formaban parte y se complacían de su libertad al margen del rebaño.

Su cuñada era una mujer posesiva y de armas tomar, pero no podía quedarse embarazada del hombre del que estaba realmente enamorada porque era imposible que Roberto la fecundara. Había llegado a plantearse la posibilidad de concebir por medios artificiales recurriendo a las clínicas más prestigiosas de Madrid, pero algunos conocidos de la facultad le habían comentado que el proceso resultaba todavía relativamente nuevo en España y lo que era peor, prematuro y con una tasa de éxito muy lejana a sus necesidades. Además, tarde o temprano alguien se habría enterado de los viajes a Madrid con su marido y no estaba dispuesta a tolerar preguntas al respecto por parte de unos familiares que tergiversarían algo tan sencillo como una fecundación in vitro hasta convertirla en un hecho monstruoso que no comprenderían nunca y que la desterraría de la familia y del pueblo, además de provocar otros interrogantes que no tardarían en desembocar en la revelación de la identidad sexual de su marido.

Antonio no era más que una simple distracción que satisfacía todos sus caprichos a pesar de ser el dueño del pueblo, que además debía mantener oculta porque en aquel infecto agujero del sur de España todo se sabía aunque al mismo tiempo todo se callaba excepto en algunas ocasiones en las que las escopetas de perdigones saldaban una disputa entre dos clanes pero aquello parecía una reliquia del pasado con clara tendencia a desaparecer. A Lucía no le gustaba que la presencia de aquella hija de un capataz de ganado y una aldeana emigrante de otro agujero todavía más infecto rigiera sin saberlo el destino de su amante. Ya que no podía evitar el desenlace final, impondría sus condiciones para que aquella niñata gafosa y displicente en su trato fuera tan infeliz como lo era ella, ya que era de sobras conocido en el pueblo que la rarita quería tener hijos y darles una educación que en aquellos años de la transición empezaba a generalizarse y de la que también fueron partícipes los chavales del lugar en edad de coger un libro y no una azada. El comportamiento de una sociedad tarda varias generaciones en cambiar de peras a manzanas, pero las décadas de los ochenta y los noventa imponían un nuevo ritmo de vida y de pensamiento que todos, hasta los habitantes de un pueblo perdido en el interior de la provincia de Cáceres, debían asumir y hacer suyo. La enfermera percibía que aquella placentera existencia manejando la voluntad del hombre más poderoso en veinte kilómetros a la redonda no se mantendría por muchos años, pero estaba convencida de que sabría manejar la situación y el hecho inevitable de que se produjera el matrimonio entre Antonio y Lucía no alteraría sus planes. El tiempo se encargó de demostrarle cuánto se equivocaba.

Que se jodan y Cállese, gilipollas

Estas dos expresiones demuestran la catadura moral de quienes las pronunciaron. Se escucharon ambas en el mismo lugar, con una diferencia de dos años y reacciones completamente distintas: el Parlamento de la nación.

La primera corre por cuenta de la ya famosa diputada del PP por Castellón Andrea Fabra, y hacía referencia a los constantes insultos que un diputado socialista de quien no reveló el nombre, estaba dirigiendo hacia donde ella se sentaba. Yo no lo voy a justificar. Sin más. Lo que sí resulta indignante es la campaña mediática que se ha orquestado contra esta persona cuando disponemos de un precedente muy reciente en el que no pasó absolutamente nada, por tanto, hablemos de dicho precedente.

La segunda expresión fue una joya más de la colección de la caja de tesoros reconvertido en mochilero viajero y tristemente jubilado como diputado llamado José Antonio Labordeta. Ya sé que no es políticamente correcto hablar de los muertos, pero el día que yo tenga que ser políticamente correcto, simplemente dejo de escribir. Personalmente, y tratándose de tan ridículo personajillo, viajaría a donde estuvieran sus restos para asegurarme de de que dejó de respirar definitivamente, pero espero que en sus últimos días conservara la decencia suficiente como para pedir a sus allegados que le incinerasen. Ojalá no desperdicie espacio en una tumba de dos metros por uno. Además, las tumbas son para católicos creyentes, ¿qué pintaría él en una de ellas?

¿Qué diferencia hay entre ambas lindezas? Una salió de una diputada harta de escuchar insultos por parte de unos sinvergüenzas que después de haber arruinado al país durante siete años ahora hacen cosas como llamar a alborotadores para provocar una carga policial en la pacífica marcha de los mineros, tuvieran o no razón en sus demandas, movilizar a todo su aparato propagandístico para descalificar al gobierno por poner las cosas en su sitio después de SIETE AÑOS DE VIVIR POR ENCIMA DE NUESTRAS POSIBILIDADES y actuar ahora como si ellos no tuvieran la culpa de nada. Valiente hipocresía. También debe estar bastante harta de haber accedido a un cargo absolutamente hipotecado, sin presupuesto y deudas como de aquí a 2.025 lo cual le lleva a no poder hacer nada por su provincia, y harta de la anterior legislatura en la que los peperos tenían que estar calladitos ante la mayoría ¿de izquierdas? Que gobernaba el país.

La otra lindeza provino de una mente pueblerina, estulta, irrespetuosa, fascista, machista y misógina propia del error de cien mil aragoneses retrasados mentales que le llevaron al parlamento con ese nombre propio de la Edad media: xunta aragonesista. Ni en mayúsculas lo pongo. Ese payaso fenecido llamó gilipollas a un diputado del PP en plena intervención, además haciéndose el ofendido, y la Cámara se rió y ni siquiera fue llamado al orden. Bravo por el presidente del Congreso en ese momento. NADIE DIJO NADA al respecto.

Así que, ahora sí, que se jodan. Los azules también saben atacar y ya deben estar hasta el gorro después de siete años de ser vilipendiados. Aquí todavía hay demasiada gente que se cree por encima del bien y del mal y hay demasiados socialistas entre ellos, por no hablar de comunistas reconvertidos en algo que ni ellos saben lo que es y sindicalistas con barrigas de medio metro a los que les tienen que hacer los pantalones a medida.

Eh, majetes: la Guerra Civil ya terminó. A ver si os dais cuenta de una vez. No sois ni peores ni mejores que nadie, ni tenéis derechos adquiridos sobre nadie. Somos 46 millones, iguales ante la Ley. Y punto pelota.

lunes, 16 de julio de 2012

La herencia arruinada

Ya he dejado claro en anteriores artículos que ZP ha sido el peor presidente de la democracia española, como Bush hijo lo fue para Estados Unidos. Curiosamente, los dos fueron reelegidos. Un aplauso para ambos países.

Pero a nosotros Bush nos importa un pimiento, aunque durante su mandato y su coincidencia con Aznar se firmaron los mejores acuerdos de exportación de nuestros productos de la historia. Los jamones salían a miles y el aceite a toneladas. Eso creaba empleo. Qué fácil es olvidarse de lo que les conviene a algunos ahora.

ZP salió elegido porque en el congreso socialista solo se presentaban dos opciones viables, la de Bono, y la suya. Bono era un hombre de dilatada trayectoria política y que además ya había tocado pelo, es decir, sabía lo que era el poder, mientras ZP era otro licenciado en Derecho más del medio millón que tenemos en España (uno cada 80 habitantes) al que nadie conocía  pero resultaba simpático y no portaba losas consigo. Además los azules habían matado a su abuelo durante la Guerra Civil. Como Marcelino Camacho y sus jerseys de lana en los viejos tiempos: imponía solo con su presencia.

La siempre cerrada cúpula de los partidos políticos lo tuvo claro: Bono era como Paco Vázquez, ex alcalde de La Coruña. Un tipo con valores, más centrado que inclinado a la izquierda y con excelentes relaciones con el clero y ningún miedo a decir lo que pensaba. Y en la cúpula socialista no querían saber nada del clero por temas como la ley del aborto o el matrimonio homosexual, que suponían un paso atrás en el avance del mal llamado progresismo, palabra de la que se han apropiado desde que se dieron cuenta de que existía. Como si un liberal no fuera progresista. ¿Qué queremos, ir a hacia atrás o hacia delante? El debate resulta ridículo

Resultado final: ganó ZP por poquito, con esa cara de no haber roto un plato y un pasado desconocido que se pierde en una cátedra suplente de Derecho en la Universidad de León que nunca ha ejercido. ¿Qué supuso esa elección? Muchos detalles, desde dentro y desde fuera.

Desde dentro supuso que tuvo que trasladar a su familia. Esposa (qué raro que no fuera solo compañera sentimental) y dos hijas, a Moncloa. A ninguna de las tres les gustó tener que vivir allí asediadas por el estricto protocolo de palacio. La primera, soprano sustituta del coro del Teatro Real (fíjense la contradicción de una profunda republicana accediendo a dicho trabajo y es que más cornadas da el hambre y el egocentrismo humano no tiene límites aunque seas una cantante mediocre que nunca será solista más que por influencia de tu marido), torció el gesto cuando vio a lo que se enfrentaba, y si ya le costó aceptar que el pusilánime de su marido se presentara a la reelección, le dejó las cosas bien claras cuando le dijo que, si se volvía a presentar para un tercer mandato, su matrimonio había terminado y se llevaría a sus hijas con ella de vuelta a León. ¿Por qué creen que no se presentó? Si él estaba convencido de que lo estaba haciendo de puta madre. Cuando no tienes ni idea de lo que haces en la vida pero te rodeas de lameculos que te dicen que todo va de maravilla, hasta te lo crees. Y ZP se lo creía.

Y no hablemos de sus hijas. Dos gótico-siniestras que solo visten así para poner en ridículo al jefe de gobierno español. De su relación con sus hijas, que no le soportan y él no hace nada para evitarlo, han llegado los lodos del sistema educativo en España. Para adaptarlo a la grosería, mala educación y peores modales de sus hijas, siempre las peores alumnas de todos los colegios en los que se las matriculaba y para quienes un día normal era levantarse lo más tarde posible y aparecer por el colegio cuando les diera la gana porque papá era el presidente del gobierno y aunque llamaran a casa para avisar de sus campanas, ni mamá ni papá les iban a decir nada. Tenemos la peor generación de padres de la historia, los que tienen ahora entre 40 y 55 años, y si lo son es por el MIEDO con el que tratan a sus hijos. Cual muñecas de porcelana que si les tocan, se rompen.

Trasladen esa situación a diez millones de estudiantes españoles. Los problemas familiares convertidos en la causa principal del desastroso declive de la calidad del sistema educativo español. Ni una sola facultad entre las 200 primeras del mundo. Pregunten a sus hijos de quince años si Aristóteles era portugués, fenicio o paraguayo. A ver si les responden correctamente. Y de paso, respóndanse a ustedes mismos. Cuando yo estudiaba esos temas, también gobernaban los socialistas. Y sé la respuesta. Pero ahora se trata de que los chavales no estén en la calle. Se presentan al colegio para calentar el asiento, y esas escenas de las películas que tanto nos hacían reír en las que veíamos a alumnos durmiendo en clase, se han convertido en una triste realidad. El sistema educativo se ha diseñado para tener a los hijos en el colegio hasta los dieciséis. ¿Fracaso escolar de un treinta por ciento, tres de cada diez? ¿A quién le importa? ZP ha convertido a los niños en intocables y a sus padres en gladiadores que salen en estampida hacia el colegio cuando a su niño maravilloso y perfecto que se pasa el día pegando a sus compañeros le han llamado la atención. Es el mundo al revés.

Y no hablemos de la Sanidad. Ahora se quejan los profesionales del medio de los recortes, y yo no digo que no les falte razón, pero les explicaré algo que me sucedió a mí hace pocos días: mi madre sufrió un episodio de vértigo por el que la tuve que llevar a urgencias, y cuando llamé al timbre porque la puerta del ambulatorio estaba cerrada con llave, tardaron más de cinco minutos en abrirnos. Estaban durmiendo. Eran las seis de la mañana, pero ¿no estaban de guardia? Después se quejan de recortes y más historias cuando en el hospital comarcal de mi pueblo estoy esperando a que me atienda el otorrino y veo a una señora de recepción poniendo un cartel de “fuera de servicio”. Pasa casi una hora y mientras espero a que me den los resultados de una audiometría me acerco por la cafetería y allí está la señora, tomándose el café tranquilamente. Cuarenta minutos después, cuando ya tengo los resultados, el mostrador sigue con el cartel de “fuera de servicio”. Y aún tienen la cara dura de quejarse, y más cuando media hora después de mi marcha, paraban durante el resto del día para hacer una huelga. A esa señora le digo desde aquí que es una vergüenza para su profesión y ojalá la despidan.

¿Y saben que es lo peor? Que lo que acabo de explicar no es una excepción.

Salgamos fuera. Tras el cabreo de Bush por haber abandonado Irak sin dar explicaciones, nuestro amado y ponderado ZP hizo todo lo que estuvo en su mano para acercarse a Obama. Pero Obama no quería saber nada de él. Los presidentes americanos hablan entre ellos, y Bush le dijo a Obama que el español no era un aliado fiel de los Estados Unidos, y de ahí la ignorancia de uno a otro. Históricamente, los presidentes americanos se han encargado de la política exterior, ya que, como se decía en una prestigiosa serie americana que abordaba precisamente el día a día de un presidente de los Estados Unidos, cuando acceden al cargo no hacen amigos nuevos, por lo que deben dedicarse a mantener a los que todavía conservan. Y el Senado es el que se encarga de llevar los asuntos de la nación. Veremos qué sucede ahora entre el americano y Rajoy. Tardará en recuperar la confianza en los españoles, y Rajoy debe ser lo suficientemente listo como para que Obama empiece a firmar nuevos tratados de comercio para que volvamos a exportar a Estados Unidos, acuerdos que descendieron un setenta por ciento después de la espantada de Irak. No les hemos vuelto a vender una sola arma, y recuerden nuestro jamón, nuestro aceite y productos similares, que en la mayoría de los casos quedan retenidos en las aduanas americanas y acaban devueltos a nuestro país. Otra herencia del querido ZP. Para hacerle un monumento.

Por tanto, y aunque me gustan los recortes como a todo el mundo y aunque esté en el paro como otros cinco millones y pico, me río de la estrategia socialista actual (recuerden lo que les digo: Rubalcaba no será el candidato socialista dentro de tres años y medio) y me río por no escupirles en la cara a los sindicalistas. No he conocido a gente más parásita que Méndez y Toxo, ambos unos indeseables que no han trabajado en su vida y si lo hicieron una vez han pasado tantos años que ni se acuerdan de lo que es levantarse a las seis de la mañana para ir a la fábrica. ¿Y esos dos canallas son los que defienden los derechos de los trabajadores? Y yo me pregunto: ¿Cuándo ha defendido un sindicalista los derechos de los parados? Se les debería caer la cara de la vergüenza. Pero como no la tienen, no se les cae nada.

Y un último recuerdo para los mineros, como no podía ser de otra manera. Llegaron a Madrid y se armó la marimorena: encontronazo con la policía y cargas por doquier. Un montón de detenidos y, curiosamente, ninguno era minero. Todos alborotadores. ¿Es que no se conocen entre ellos y no fueron capaces de salirles al paso y ayudar a la policía a identificarlos? ¿Tan importante era que la oposición pudiera salir después, micrófono en mano, a decir que la policía de Rajoy era una represora cuando habían sido ellos mismos los que habían colocado a los alborotadores en las cercanías del final de la manifestación de los mineros?

Qué vergüenza de país.

Hola, soy el banco, ¿me puedes dar un crédito?

De la serie de artículos publicados en www.elimportuno.com


Los bancos españoles deben al Banco Central Europeo nada menos que 337 mil millones de euros. La mitad de lo que debe el Estado. Un tercio de nuestro Producto Interior Bruto. Y ahora les van a dar cien mil millones más. Un agujero sin fondo.

¿Cuáles son los motivos de esta deuda tan desproporcionada? A mi entender, hay dos muy claros: la desastrosa, por no decir corrupta, gestión de sus dirigentes, y su irresponsable conducta a la hora de conceder créditos, hipotecas, préstamos personales… llamémoslo como queramos.

El primero es evidente. Los grandes directivos de los bancos y cajas españoles tienen firmados unos contratos por los que ustedes y yo daríamos un riñón, medio hígado o un brazo. En sus tiempos estuvieron tan cotizados que los bancos les firmaban cheques en blanco, literalmente, por hacerse con sus servicios. Que un directivo de una de esas entidades haya sido despedido por su mala gestión y se lleve una recompensa de 13 millones de euros y una pensión vitalicia de veinticinco mil mensuales lo dice todo.

El segundo es todavía peor. Ya hay barrios enteros vacíos en nuestras ciudades porque nuestros inconscientes jóvenes pidieron créditos de 300.000 euros para comprar pisos o casas de esos de los que presumes ante tus vecinos y cada fin de semana montas una barbacoa en la terraza con jardín y piscina. Muy bonito, pero la crisis llegó y la falta de liquidez para seguir pagando la puntual hipoteca mensual, también. Y con todos ellos, el embargo cuando llevabas siete años pagando y ya habías soltado 80.000.  

Hace unas semanas fui a mi entidad bancaria de toda la vida (desde que nací) a sacar algo de dinero y como había una persona delante me puse a mirar un tablón de anuncios muy llamativo colocado estratégicamente al lado del cajero para que los clientes nos paráramos a ver de qué se trataba. Todos eran pisos embargados. Y todos tenían el precio puesto. Bastante razonables, en la mayoría de los casos. En un pueblo como el mío, 100.000 euros por un piso de 110 metros no está nada mal.

El lunes pasado volví a acercarme al cajero y el tablero seguía allí, pero no lo había mirado de nuevo. Entonces lo hice y vi algo que me provocó una sonrisa de esas que solo sacamos cuando nos burlamos de alguien. Eran los mismos pisos, pero en lugar de un precio razonable estaban todos adornados por un cartel muy llamativo que rezaba: “HAZNOS UNA OFERTA”. El precio inicial había desaparecido.

¿Hace falta decir algo más?

viernes, 6 de julio de 2012

Decálogo sobre las páginas de contactos en Internet

Están de moda desde hace años, en los cinco continentes. Tienen cientos de millones de usuarios. No me referiré en este caso a las redes sociales como Facebook, Twitter o Tuenti. Esas no son páginas de contactos y merecen un artículo aparte.

Cosas que hay que tener en cuenta cuando te registras en una de ellas:

1º Hay muchas completamente gratuitas. No tienes que pagar por conocer al amor de tu vida o a quien te ofrezca una noche de satisfacción física sin compromisos. Además sus precios no son razonables; 30 o 40 euros al mes no parece demasiado (para quien los tenga), pero no sale a cuenta y en un mes, aunque no lo parezca, solo da tiempo a descartar personas, que suelen ser, curiosamente, aquellas que primero responden cuando contactas.

2º Es muy conveniente saber qué quieres hacer. En qué está pensando tu corazón y qué intenciones tienes a la hora de inscribirte en una de ellas. Los hombres buscan sexo, en su gran mayoría, y no tienen conflictos morales si se presentan ante una mujer como casados aburridos de la monotonía con su esposa. Las mujeres suelen acudir a ellas tras una ruptura de pareja traumática y lo hacen bajo el equivocado axioma de que un clavo saca a otro clavo. Nunca es así, ya que solo les hace recordar lo enamoradas que siguen estando de quien ha provocado su ingreso en estos lugares.

3º Una vez registrado, desconfía si a los 30 minutos del registro ya has recibido 10 visitas, 7 mensajes y 5 chats. En primer lugar, todavía no has sido incorporado a la base de datos general de usuarios porque tu perfil está pendiente de aprobación y nadie sabe que estás ahí, y en segundo lugar, todas las páginas tienen un algoritmo de asignación automática que lleva visitas a tu perfil sin que éstas se hayan producido. Prueba con mandar un mensaje a hombre o mujer atractivos que te hayan visitado. Te contestarán que no lo han hecho o no te contestarán porque en realidad no existen.

4º Los perfiles falsos. TODAS las páginas los tienen. Y en muchos casos, los crean y fomentan para atraer usuarios. Algunas intentan ser serias y los suprimen cuando se denuncian, pero la mayoría no, entre otras cosas porque los han puesto ellos mismos para atraer visitantes y que PAGUES para poder leer un mensaje que te ha mandado una emigrante alemana residente en Lanzarote de 40 años que ha incluido en su perfil fotos en bikini y está de muy buen ver, igual que los hombres, que se apropian de fotografías de tableta de chocolate y a lo mejor están todo el día sentados delante del ordenador comiendo palomitas y criando panza cervecera.

5º La proporción de usuarios. A todas las páginas les interesa tener cuantas más mujeres registradas mejor. Sin mujeres, no hay hombres, y sin hombres, nadie paga la cuota mensual ya que todavía hoy, aunque parezca mentira, hay muchos sites en los que las mujeres no pagan y además presumen de ello. Cualquier página que afirme que tiene un 60% de mujeres y un 40% de hombres, MIENTE. Así de sencillo. La realidad suele afirmar que la proporción puede llegar a ser de 25 a 1.

6º Ni siquiera respondas a una mujer rusa o de Ghana que intente ponerse en contacto contigo. Intentarán hacerte el típico timo que se desarrolla así: te piden el correo electrónico y te dan el suyo, siempre de Yahoo (¿casualidad o impunidad?). Su primer correo es amable y educado pero sin entrar demasiado en detalles personales. Algunas intentan utilizar un traductor automático como el de Google o Lexicool y otras se preocupan primero de saber si entiendes el inglés. Si les contestas, te mandan un nuevo correo, ya preparado, en el que incluyen tres o cuatro fotos muy elegantes o ligeras de ropa y te explican su vida en dos o tres páginas. Si cometes el error de contestarles, esperan al momento oportuno para decirte que se han enamorado de ti y quieren ir a verte y quedarse allí contigo. Y es entonces cuando lanzan el anzuelo para ver si picas: el billete de avión desde Moscú o Accra cuesta 600 euros, y no se cortan en pedírtelos. Aviso a navegantes: no vuelves a ver ni el dinero ni la mujer. Es el timo más conocido en las páginas de contactos de internet.

7º División por creíbles o no. Creíbles: Meetic tiene un prestigio desarrollado a lo largo de los años, pero eso no significa que sea la mejor. Al contrario. El trato que se ofrece al usuario masculino equivale a “estás apuntado porque te dejamos estarlo”. Y el trato que se ofrece a la usuaria femenina es “puedes hacer lo que te dé la gana”. Servicio al usuario lamentable y desastroso, las mujeres campan a sus anchas con total impunidad. Sin duda, el peor, no por nada, sino porque van de serios y no lo son. Edarling se alzaría con el primer puesto en la clasificación si no fuera por lo elitista que es, y además se ufanan de serlo. Allí si eres calvo, bajito, moreno, gordo y trabajas sirviendo mesas, no tienes nada que hacer. En realidad, ni allí ni en ninguna otra, pero estos se anuncian en la tele y presumen de ser los mejores. Y la mejor página de contactos sería aquella en la que los usuarios estén obligados a contestar todos los mensajes que reciben. Aunque sea para responder que no les interesa la persona que se ha puesto en contacto con ellas.

Últimamente está subiendo mucho Twoo; lleva poco tiempo y su número de usuarios no es comparable con las grandes, y tiene un gran problema: hay 150 hombres por cada mujer. Lo mejor de ellos: son gratuitos, como Amor en línea, con una proporción similar y en la que se protege la intimidad de todos ya que tienen montado un sistema de contactos en el que la otra persona debe aceptar tu solicitud antes de tener acceso a ella. Sin peligro para las mujeres, que es lo más importante. Y Plenty of fish, no muy conocida en España y con un diseño de página horrible que parece programado por un bebé, pero que va ganando adeptos también por su condición de totalmente gratuita. Las demás no dejan de ser residuales y de escasa importancia. La lista es larga.

8º No creíbles. Hay demasiadas. Empecemos por la archiconocida Badoo, que presume de sus 150 millones de usuarios que no son tales ya que al menos la mitad llevan sin conectarse más de seis meses después de comprobar lo que se cuece allí dentro. Los que se mueven por ese mundillo saben para qué es Badoo: sexo y más sexo. Allí no se forman parejas estables, incluso muchos de sus usuarios presumen de tenerla ya y de vivir con ella. Fuego de vida, con Like you, probablemente las páginas de contactos más tramposas de la red. La primera es una apología de los perfiles inventados, con fotos claramente sacadas de internet o de otras páginas de contactos y multitud de perfiles con los que te pones en contacto y nunca responden. Sus creadores deben pasarse el día modificando a mano los perfiles falsos que ellos mismos han introducido para dar la sensación de que su página funciona, y se ríen de ti cuando denuncias a un usuario por comportamiento inadecuado. La segunda todavía es peor, ya que pagando una suscripción de un mes te dan derecho a chatear pero no a usar la cámara, y todas las personas que salen a tu encuentro, siempre las mismas, te la ponen, y al ver que tú no puedes intentan convencerte de que amplíes tu suscripción dos meses más. Por supuesto, todas ellas son trabajadoras a sueldo de la web. Y no nos olvidemos de Be Naughty, que parece competir con Like you en cuanto a correos falsos en tu bandeja de entrada y mujeres que solo existen en la imaginación de sus dueños. Victoria Milan o Adultfriendfinder son otros ejemplos de lugares en los que solo se busca la tarjeta de crédito del usuario masculino, ya que el femenino no paga. Este es el mayor agravio de todos: o pagan ambos sexos, o no paga ninguno. Pero me remito al punto 5.

9º Ya hemos descubierto que la página es una estafa legal y queremos salir de ella porque con la legislación en la mano es imposible demostrar que nos han timado. Muchas no nos permiten borrar nuestros datos a pesar de cumplimentar el formulario, con lo que nos quedamos allí para toda la vida. Esto es ilegal, pero el vacío existente en la normativa con respecto a internet les permite hacer estas cosas. ¿Ejemplos? La ya mencionada Badoo y el caso más sangrante porque te hacen rellenar el formulario y después de anunciarte que ya no eres miembro, una semana más tarde te llegan al correo nuevos usuarios compatibles contigo: Onedate.

10º Un consejo: salgan a la calle. Tómense unas cervezas con los amigos y conozcan a mujeres y hombres de la manera tradicional. Todos los que se apuntan a las páginas de amistades y/o contactos en internet ocultan algo o tienen un pasado del que no son capaces de escapar, y buscan en dichas páginas un último recurso para encontrar aquello que no han logrado en la vida real, y además les ofrece una impunidad en la que se sienten muy a gusto. Hombres y mujeres. Aquello de la barra del bar y el “¿estudias o trabajas?” parece que ya está muy visto, pero sigue siendo la mejor manera de hacerlo. Siempre en persona.