domingo, 7 de septiembre de 2014

Juego limpio, juego sucio y picaresca


Alguien muy sabio escribió el Lazarillo de Tormes hace unos cuantos siglos. Lo realmente curioso del tema, es que escribió acerca de lo que veía a su alrededor. Por aquel entonces, en una época tan prematura de nuestra Historia, el objetivo era robarle un trozo de pan a un ciego. Y después una muestra de vino, o todo lo que pudiera ser susceptible de robarse. Total, estaba ciego y no se iba a enterar. Pero se enteró. Contra la picaresca, astucia. EL hambre da muchos palos.

Han pasado un montón de siglos desde entonces, y nada ha cambiado. Seguimos intentando defraudar a quien nos cobra los impuestos, seguimos intentando pagar las facturas sin IVA, aquellos que tienen mucho más dinero que la media de la población nacional se lo llevan fuera de España para que no les cobren impuestos por él, incluso se compran grandes propiedades inmobiliarias en negro por lo mismo… No hemos cambiado.

Esta personalidad tan propia de los españoles se traslada a todos los aspectos de nuestra vida. Muchos incluso intentan entrar media hora después de lo que les toca al trabajo porque no fichan o salir media hora antes porque el jefe se ha ido y nadie les controla. Y en literatura, se trata de pisar al que tienes al lado para ponerte a ti en su lugar. El fin justifica los medios, en este y en todos los casos, y si tienes influencias o puedes hacer unas llamadas para que alguien haga un trabajo que tú no podrías hacer, como presentar una novela ante una editorial o un agente, haces todo lo necesario. Los demás se convierten en puros y duros rivales, y hay que deshacerse de ellos.

Hay casos realmente llamativos. Alguien publica una novela en un portal para escritores y lectores y otra persona selecciona, al azar o no, dicha novela. La persona autora de esa novela se pone en contacto con la lectora después de ver un formidable currículum de estudiante que ha obtenido todos los diplomas que puede obtener aunque se los hayan regalado, y le comenta que está intentando fundar una editorial. El acuerdo llega enseguida: si tú me haces una crítica positiva de la novela y utilizas los medios (ridículos, por otra parte), de los que dispones para difundir mi novela, cuando yo consiga crear mi editorial tú pasarás a formar parte de mi plantilla. Por supuesto, la alumna de los títulos interminables e inútiles acepta al instante y pone en marcha su maquinaria de promoción y distribución para que la novela sea conocida y así conseguir su objetivo de entrar en nómina de una empresa.

Pero el problema se presenta cuando tienes unos cuantos seguidores pero en el fondo no eres nadie. Un licenciado más en Letras con a lo mejor cincuenta o sesenta seguidores en tu perfil profesional. Una vez que los cincuenta seguidores han leído la novela de tu futura jefa y se han terminado los comentarios y las alabanzas, no te queda nada. Y compruebas que nadie más lee la novela. No interesa, o el boom de ese género ya quedó atrás y los lectores han vuelto a la novela negra o a la histórica.

También te enfrentas al problema de tu atractivo físico. Nulo, en este caso, y además, consciente de ello. Yo, que también he estudiado Filología en sus tiempos y pasé varios años dando vueltas por el inexistente campus de la Facultad en la Universidad de Barcelona, también tuve veinte años y también estaba pendiente de cualquier mujer bella con la que me encontraba. Y en Filología encuentras chicas guapas, por supuesto, pero solo por un factor de eliminación. En un aula de ciento cincuenta personas, a lo mejor hay quince o veinte chicos. El resto son féminas. Y entre todas ellas, alguna tiene que estar bien. Pero no estamos en Derecho o en Periodismo, donde la belleza abunda. Y esta persona, no se encuentra entre las más guapas del lugar. Ni siquiera entre las del montón.

A lo mejor por eso yo me pongo en contacto con ella. Toda promoción es buena y el objetivo es llegar a publicar. No importan los medios, como ya he dicho. Y a lo mejor, me doy cuenta del enorme error que he cometido. Le escribo a una simple licenciada en Filología con un montón de cursos postgrado que no sirven para nada y que fuera de sus cincuenta amigos, no conoce a nadie más. Ella también está buscando trabajo. Lo gracioso es la respuesta recibida. Te agradece sus elogiosas palabras pero en ese momento está muy ocupada y por varias semanas no podrá leer nada más de lo que ya está leyendo. Es decir, como si fuera una agente literaria consolidada en el mercado, pero sin nada más que un título universitario. Es tan invisible en el mundo literario como tú. Y te ríes cuando lees su respuesta. Infeliz.

A lo mejor por eso también se decide a corregir la novela de un chico cuya novela ha conocido a través del mismo portal. La novela no sirve ni para quemarla y hacer una hoguera para calentarse en invierno, pero qué diablos, la fotografía del muchacho da a entender que está como un queso y además, vive cerca de ti. Si te pones a fondo y consigues crear una novela de la porquería que ha escrito, incluidas las cientos de faltas de ortografía y la incomprensible estructura general de la misma, a lo mejor hasta te ganas un revolcón con alguien que, en cualquier otra circunstancias, no pasaría una noche contigo ni después de haberse bebido treinta cervezas.

Y a lo mejor por eso también me está espiando a mí.

Que disfrutes de tu espionaje, guapa (por decir algo). Para lo que te va a servir…

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