sábado, 27 de septiembre de 2014

Escritores y ¿galones?

Soy un habitual seguidor de Pasapalabra. En realidad, es el único programa de televisión que veo de esa cadena, Mediaset, que por otra parte, no dejan de ser unos sinvergüenzas. Lo demostraron durante el pasado Mundobasket organizado en España. Y la verdad, lo que veo en el programa anterior, cuando está a punto de empezar Pasapalabra, me da el suficiente asco como para no ver nada más que lo que acabo de decir. Pasapalabra es diferente, y aunque también tiene su parte de show que a mí me sobra, lo cierto es que pasas un rato divertido y te apuntas a ver cuántas aciertas en el rosco final.


Su presentador, Cristian Gálvez, es un hombre simpático, al menos esa es la imagen que ofrece ante las cámaras, y con muchas amistades. Consigue llevarlas al programa, aunque muchos de los invitados seguramente están pactados directamente con la emisora o piden ellos mismos venir porque acaban de estrenar obra de teatro, película o serie de televisión. Incluso profesionales que están sin trabajo y se asoman por allí para ver si alguien se acuerda de ellos. Toda promoción es buena, y dos millones y medio de telespectadores diarios es la mejor que se puede hacer. Aunque, por mucha publicidad que hagas, si a un espectador como a mí mismo no le gusta el teatro, jamás iré a ver tu función y menos, pagando por ello. Pero la publicidad gratuita es lo que tiene. Nunca sabes hasta dónde va a funcionar.


Hace ya bastantes meses, Gálvez nos estuvo dando el coñazo, siempre antes de pasar al rosco, que debe ser el momento punta de telespectadores, con un libro de su cosecha, un libro de autoayuda llamado "Tú si que vales". No recuerdo el título exacto. A mí no me han gustado nunca esos libros, porque considero que no necesito que nadie me diga "Levántate y anda". Eso ya lo sé hacer yo solito, pase lo que pase. Pero respeto que haya otras personas que sí necesiten un empujón de vez en cuando para seguir adelante. Aunque recuerdo que, cuando yo lo necesité, lo di por mí mismo. Pero esa es otra historia que solo me interesa a mí.


Pues resulta que nuestro Cristian, graduado en Magisterio, también quiere ser escritor. ¿Cuántos no lo hacen? Sobre todo, periodistas. El intrusismo profesional, desde la multimillonaria E.L. James hasta la mediocre Mónica Carrillo, destaca en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Pero sobre todo en la literatura. Cualquiera escribe un libro o hace que se lo escriban, como Boris Izaguirre, y además, va el señor José Manuel Lara a su casa para ofrecerle el Premio Planeta. Así es como funcionan las cosas en España. Me extraña que no le haya ofrecido el Planeta a Jorge Javier Vázquez por escribir sus memorias disfrazadas de novela histórica, porque lo ganaría de calle y vendería cuatro millones de ejemplares solo por ser quien es. Tiempo al tiempo.


El caso es que Cristian terminó de escribir por fin su libro con su obsesión permanente por Leonardo Da Vinvi, que no es mala obsesión, y hace unos meses lo presentó en su programa. Lo que más gracia me hizo fue cuando anunció que "por fin he terminado mi primera novela historia". No es que tenga nada en contra de ese género, aunque me parece explotado hasta la saciedad, pero me sugirió la siguiente reflexión: ¿Un escritor no es escritor hasta que no ha publicado su primera novela histórica? A todo el mundo le gusta la época victoriana inglesa o el Imperio romano, pero, ¿de verdad no tienen imaginación para escribir una historia interesante que haya sucedido en 2012? ¿Sólo nos va a quedar la trilogía de Grey como ejemplo de superventas en literatura tratando un tema fechado en la actualidad?


Pues a mí no me convencerán. Después de haber pasado de la decena de novelas ya escritas y aunque sea un experto en la Edad media, no tengo intención es escribir una novela fechada en el siglo VII, entre las disputas por los diversos reinos que poblaban lo que todavía no era España. Como la serie "Isabel" que está emitiendo actualmente la Primera de TVE. Quizás no venda ningún ejemplar en toda mi vida. Quizás no consiga ni publicar. Pero los tiempos actuales me parecen lo suficientemente atractivos como para encajar historias de personas anónimas y ficticias en una época contemporánea.


Y sobre todo, no por ello soy menos escritor que cualquier autor encajonado en la novela negra victoriana porque no sabe escribir otra cosa. Pues yo sí.


Lo más curioso del caso, es que después de casi seis meses de vendernos su libro cada día en el programa, ha alcanzado unas cifras de ventas de unos 35.000 ejemplares. Menos mal que tiene a dos millones y medio de fieles en su programa cada día. En este país no se lee.

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