viernes, 8 de agosto de 2014

Una de Grey (sí, de Cincuenta sombras de Grey)

Yo tengo que reconocer que leí el primer volumen de la trilogía para fijarme en la técnica literaria que utilizaba E.L. James para desarrollar la trama y construir a los personajes. Había oído hablar tanto de ella (quién no), que parecía la revolución literaria del siglo XXI. Por tanto, también había una buena dosis de curiosidad. Ambos apartados quedaron satisfechos. Y muchos apuntes en la cabeza, fundamentalmente para intentar encontrar la piedra filosofal, es decir, cómo rayos escribir una novela que se convierta en un fenómeno de masas y te retire para el resto de tu vida con las ganancias de tus ventas. Supongo que muchos buscamos eso.


Hay mucho que opinar sobre este libro, y cualquiera puede hacerlo con mayor o menor autoridad. Como tener razón o no tenerla. Aquí expongo yo mis razones. Por mi parte, mencionaré al menos tres factores, dos objetivos y uno subjetivo que me he ido preguntando desde que leí los dos primeros volúmenes.


El primero de ellos se refiere a la autora como tal. No es, por supuesto, una recién llegada al mundillo literario. E.L. James disfruta de una dilatada trayectoria como periodista en su país y, por supuesto, dispone de los contactos necesarios para no tener que mandar su manuscrito original a doscientas editoriales, que le responda una y le ofrezca uno de esos contratos que los autores desconocidos tiramos a la basura porque vendes tu alma después de haber escrito. Firmar un contrato en el que cedes tus derechos al 10% bruto de la venta de descargas en internet durante quince años es, sencillamente, vergonzoso. Pero es lo que hay hoy en día. Por tanto, la escritora, probablemente ya tenía editorial cuando empezó a escribir, solo con enviar un resumen, una sinopsis. Así cualquiera, ¿no? Pero no es algo criticable. Un periodista puede escribir una novela y un novelista escribir un artículo de opinión. De hecho, yo hago las dos cosas. Pero para mi desgracia, yo no soy E. L. James o J.K. Rowling. Qué más quisiera.


El segundo factor es, básicamente, lo que ha escrito. La atormentada historia de amor y pasión sexual entre dos personajes antagonistas. Muy bien. Debe haber cientos de novelas con ese mismo argumento. Pero en la concepción de la novela está el secreto. La autora pensó, o eso creo yo, cómo podía escribir una novela que fuera más allá de la literatura romántica de toda la vida pero que no alcanzara tintes de escandalosa. La pretensión era, por supuesto, llegar al mayor número de lectoras femeninas posibles. Todas aquellas mujeres que no se sienten satisfechas con su vida sexual o que, sencillamente, no la tienen, y encuentran en la descripción de la relación entre Christian y Anastasia la vía para dar rienda suelta a esas fantasías que ellas no pueden cumplir. No es la típica historia de chica busca chico, chica encuentra a chico, se produce algún suceso que impida momentáneamente que la relación dé sus frutos pero al final de la historia ambos se encuentran y pueden iniciar su historia de amor. Lo dicho, de eso hay a miles. E. L. James lo plantea de una forma diferente. Introduce a un personaje femenino, Anastasia Steele, que prácticamente no ha tenido contacto anterior con hombres, o eso se sugiere, y de la noche a la mañana se encuentra con el hombre aparentemente perfecto. En esa historia no hay obstáculos de terceros que impidan la relación. No es la novela romántica de siempre. No. Aquí hay mucho más que eso, y es en ese ambiente de pasión y desconcierto in crescendo por parte de la protagonista y la inequívoca elección de Christian Grey el que provoca que el interés por la novela suba por parte del lector.


Para un lector masculino, el personaje de Anastasia Steele, además de no resultar creíble, llega a antojarse como casi antipático. Pero es una mujer y descubre al hombre de sus sueños, lo cual provoca que esa antipatía en la lectura de lo que es su vida cotidiana antes de sucumbir ante los encantos del millonario, vaya disminuyendo. Por supuesto, Christian Grey tampoco es un personaje creíble. Pero la autora no los construyo para que lo resultaran. Sabía exactamente lo que quería hacer con ambos. La tensión sexual entre ellos no tarda en aparecer, y a partir de ese momento, se abre un mundo nuevo en el que la protagonista se plantea todo lo que está haciendo y el protagonista quiere seguir con lo que le han enseñado hasta entonces, pero se da cuenta de que ella es diferente de las anteriores y, a pesar de que lo intenta, no puede seguir el mismo camino que con las sumisas anteriores. En ese sentido, es muy valorable el segundo volumen en cuanto a la descripción psicológica con la que se intenta explicar el comportamiento de Grey y el trauma que le ha provocado la señora rubia. Y memorable la escena en la que aparece en la fiesta y entra en acción la madre de Christian.


La novela engancha, por supuesto, debido sobre todo al segundo factor. Hasta donde tengo entendido, la autora ha ganado alrededor de ochenta millones de dólares por la trilogía. Solo a la altura de un Stephen King o de un Dan Brown con su última y criticadísima Infierno, porque es más de lo mismo. En ese punto solo se puede sentir una cierta envidia. La autora ha encontrado el tema perfecto y lo ha desarrollado de una manera perfecta. Sin alcanzar grandes niveles de calidad literaria, ha conseguido que le leyeran en los cinco continentes. El secreto está en el primer volumen. Ahí hay una historia completa, en la que ya deja paso a las primeras fantasías con las que sueñan las mujeres, que son las lectoras universales. No los hombres. Quien quiera escribir una novela que guste a los hombres, fracasará rotundamente. A los hombres nos da envidia Christian Grey e incluso llegamos a odiarle. Demasiado perfecto para nosotros, aunque la autora introduzca esa parte de su personalidad atormentada. En mi opinión, una simple manera de que no sea tan perfecto. Precisamente para que los hombres no se harten de un multimillonario increíble, cierren la novela y no sigan leyendo. Al menos, conmigo, lo consiguió. También es acertadísimo el intercambio de correos electrónicos. Aunque tengas que hacer otras cosas, sigues leyendo porque, simplemente, te engancha y quieres saber qué escriben en el siguiente correo. Por supuesto, absoluto mérito de la autora. Aunque para un informático, la estructura de los encabezamientos de los emails sea incorrecta.


La segunda parte, sin embargo, hace aguas en todas direcciones. Básicamente hablando, se trata de un mínimo guión, una pequeña trama argumental, que sirve de excusa para que Anastasia y Christian sigan con su desenfreno sexual, con el plástico del condón rasgándose cada dos por tres antes de ser utilizado y, solo al final de la misma, te encuentras con un argumento digno de una novela. A mí me costó tanto terminarlo que, hasta llegar a la fiesta en casa de los Grey, llegué a saltarme páginas enteras porque se trataba de una escena de sexo tras otra. Pero el final valía la pena, aunque tener que esperar cuatrocientas páginas te quita las ganas de, por ejemplo, leer la tercera parte. Pero E.L. James no es tonta, y sabía lo que estaba haciendo. Por eso introduce el final de la segunda parte. Sabe que los lectores se van a quedar intrigados por lo que pueda pasar en la tercera entrega. Muy astuto por su parte. Todos esos detalles hay que reconocerlos. Le salió clavada.


Y un tercer detalle que a mí me ha hecho reflexionar, porque la variedad era excesiva. Hay decenas de encuentros sexuales. Cuando los describes, y yo tengo experiencia en ello a través de mis novelas, hay que encontrar la manera de que no se conviertan en repetitivos. Ya no se trata de hacerlo en la ducha, en el camarote de un barco, encima de la mesa de tu despacho... Eso es algo típico y tópico. Se trata del ambiente creado en cada escena. La clave es describir las sensaciones en cada escena íntima. Y eso no se consigue solo con imaginación. Tampoco solo con práctica. Lo que yo me pregunto, a partir de esa conclusión, es ¿de dónde ha sacado E. L. James el material para describir como treinta o cuarenta encuentros sexuales distintos? ¿Ha recurrido a la videoteca especializada? ¿Ha dejado reventado a su marido? Me parece que lo segundo, no. Desconozco la respuesta, pero no dudo de que se habrá documentado a fondo, y no precisamente en persona.


A pesar de todo ello, sin duda es una trilogía que merece una felicitación. La autora ha conseguido sus objetivos. Ser leída en todo el mundo y ganar tanto dinero que no necesitará ni trabajar ni escribir más. A ver si le sucede lo mismo que a la autora de Harry Potter, que gracias al éxito de sus relatos juveniles intentó escribir después una novela para adultos, y pasó completamente desapercibida para lo que en ella era costumbre, es decir, vender millones de ejemplares.


Pero ¿a qué escritor no le gustaría ser E. L. James?

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