viernes, 29 de agosto de 2014

Mi amigo Peret

Una vez vuelto de estas mini vacaciones, seguimos a la carga. Hoy haré un paréntesis para recordar a alguien, una de esas personas que cae bien porque el señor era así de majo y entraba en nuestras casas provocando una sonrisa o un buen momento.


Cuando mi hermana y yo éramos pequeños, los domingos por la mañana eran el momento de la música en casa. Entre mi padre y mi madre, bien armados con su colección de vinilos, de cuando por aquel entonces valían treinta, cuarenta o cincuenta pesetas los LP´s o 10 pesetas los vinilos con una canción por cada cara, es decir, los sencillos o singles, nos sentaban en el sofá del comedor o mientras hacíamos otras cosas y durante toda la mañana sonaba música en casa. Siendo tanto uno como otro músicos de toda la vida, en casa sonaba de todo. No había complejos dentro de los gustos de cada uno de ellos.


Con mi madre escuchamos la discografía completa, hasta entonces, de músicos como Juan Pardo o Cliff Richard. Ídolos adolescentes en su momento, cuyo público fue creciendo y añadiéndose a medida que sus carreras se convertían en longevas. Música agradable, voces melódicas, quizás un tanto ñoñas para nosotros a nuestra edad, pero estaban bien para pasar el rato o mientras hacíamos los deberes.


Mi padre escuchaba todo lo que llegaba a sus manos y era menos selectivo en sus elecciones. Una mañana nos ponía a Manolo Escobar, otro gran tipo que te metía la alegría en el cuerpo con sus canciones, otra mañana se decantaba por artistas andaluces desconocidos en Barcelona que seguramente no nos gustaban tanto, otra mañana cogía la cinta de casete y sonaba toda la cara A de la ópera Carmen de Bizet (que yo seguí escuchando durante años porque me encantaba), y por encima de todo, pinchaba muchos discos de música clásica. Beethoven, Mozart y los grandes clásicos españoles como Albéniz o Manuel de Falla con su Amor brujo se metían dentro de nosotros. Todo ello para cumplir con un doble objetivo: que lo pasáramos bien escuchando buena música y al mismo tiempo nos formáramos en el concepto de que toda música es respetable y adecuada para la formación integral de sus hijos.


De vez en cuando, siempre había un hueco para nuestro amigo Peret. Por aquel entonces ya era distinguido como un músico diferente. Inventor de su propio estilo. Peret era como nosotros, emigrantes e hijos de emigrantes, y aunque nosotros no éramos conscientes de esa diferenciación que se produce hoy en día de una manera tan marcada, su estilo animado y mezclando diversas tendencias con la rumba catalana de su invención como eje principal, nos sentíamos identificados con temas que nos gustaban por nuestra condición de niños, como ese Borriquito como tú que tanto cantamos mientras sonaba el tocadiscos. Una canción que parecía infantil pero estaba hecha para adultos. Simplemente genial.


Peret me ha acompañado a lo largo de mi vida. Durante muchos años le perdí la pista, cuando yo evolucioné claramente hacia el pop británico y la música orientada a las discotecas. Por aquel entonces, entre 1987 y 1992, sonaba otro tipo de música en la radio y yo era un adolescente más que pisaba las discotecas y empezaba a adquirir pasión por las mesas de mezclas, los giradiscos manuales y los sistemas de sonido profesionales.


Pero él seguía estando ahí. Hay que reconocer que Los Manolos hicieron un tema sensacional para la clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona, pero a mí no me habría importado nada que escogieran Gitana Hechicera como canción de clausura de los Juegos. Quizás demasiado localista, quizás demasiado cañí... Cuestión de gustos. Me tuve que conformar, y me alegro de ello, de escuchar esa canción tanto por la radio como en las versiones que la mayoría de las orquestas de mi tierra de adopción cantaban como parte del espectáculo de las verbenas locales. Y no dejaba de ser emocionante comprobar cómo, a más de mil kilómetros de distancia, la gente bailaba esa misma canción como si hubiera salido de su propia tierra.


A los maestros hay que rendirles homenajes como tales. Y yo, que no soy escritor de grandes elogios hacia los demás, le reservo un hueco en mi corazón. Me ha acompañado prácticamente desde que nací, y compruebo que sus canciones no han perdido un ápice de actualidad. Lo difícil cuando eres músico porque desciendes de una familia de músicos, es entender que lo importante no es escuchar una canción de la que puedas decir: "Qué cosa más mala". Lo importante cuando hablamos de música es que el autor de una canción ha tenido que pasar muchas horas, o veinte minutos en uno de esos momentos de inspiración, para CREAR esa canción. Tocarla después es otra historia. Primero ha salido de tu imaginación y después la has compuesto. Por eso respeto todas las tendencias. Puedo decir que tal o cual estilo no me gusta, pero siempre respetando la creación de oros. Cuando en tu juventud has llegado a actuar para tres personas o has participado en un concierto en el que, mientras cantabas tus temas, comprobabas que la gente se iba marchando, fabricas un respeto por el trabajo de los demás que no todos los músicos poseen. Yo sí.


Como maestro que era, le ofrezco mi despedida con todos los honores. Descanse en paz, al lado de la misma guitarra con la que tocaba desde los años setenta.

1 comentario: