martes, 14 de octubre de 2014

Caída y auge


Hace muchos años, algo así como tres décadas, a principios y mediados de los ochenta, coincidieron en mi tierra, Cataluña, tres series para el disfrute de todos los sectores de la sociedad catalana. Muy diferentes entre sí, pasamos varios años viéndolas, y al parecer los catalanes fuimos los únicos en hacerlo, ya que, al menos en el resto España, esas tres series no se emitieron jamás. Normal en el caso de dos de ellas, insólito en el tercero, ya que se trató de la serie más vista de la época emitida por la BBC británica, la British Broadcasting Channel por si no lo sabían. A causa de uno de sus episodios más deseados, llegaron a retrasar la final del equivalente a la Copa del Rey de fútbol para que veinte millones de ingleses pudieran saber quién había matado a uno de sus protagonistas. Por aquel entonces, David Beckham reinaba en la liga inglesa, antes de jugar en Madrid.

Siempre es curioso contemplar una serie grabada en alguno de los países de la Commonwealth (es decir, de habla inglesa), traducida a una lengua que no es la que has mamado desde que naciste. Era el caso de la desconocida y australiana Neighbours, Veïns en Cataluña y Vecinos en el resto de España si se hubiera doblado y traducido. Una de esas típicas sit-com o “comedia de situación” en la que una docena de personajes desarrollan diversas tramas dentro de unos pocos decorados sin apenas salir a la calle. Aunque, con el paso de los capítulos, te acostumbras. Diablos, estás en tu casa y el catalán forma parte de tu vida como levantarte y acostarte cada día.

La serie de la que hablaba antes, Eastenders, traducida en Cataluña como Gent del barri y que en castellano podríamos venir a llamar como “los que viven al final del río Tamesis en la parte este de Londres”, fue un fenómeno de masas en su país. Por eso hablo de insólito al referirme al hecho de que ni siquiera llegó a España. Más de veinte millones de telespectadores por capítulo durante los no menos de quince años que duró la serie son un motivo más que suficiente para exportarla y comprar sus derechos. En mi caso, toda la familia nos reuníamos después de cenar delante de la tele para verla y, por supuesto, nos encantaba. Incluso su sintonía. Unos años después, me dediqué a buscarla, la encontré, y está grabada como una de las piezas más entrañables de mi colección. Qué grandes recuerdos. Sin embargo, no he sido capaz de encontrar la serie a través de cauces alternativos. Supongo que reposa, guardando polvo, en la filmoteca de la televisión autonómica catalana y nunca se sabrá más de ella. Una lástima.

La tercera serie es de esas que puede considerarse como ridícula. También inglesa, fue de las que solo la población anglosajona podía entender y disfrutar, porque estaba escrita y recreada en el ambiente en el que viven los ingleses. Con su peculiar sentido del humor y su estrafalario sentido del ridículo. Pero me sirve para ejemplificar mi objetivo de esta entrada. Se llamó Caída y auge de Reginald Perrin. Ni idea, ¿verdad? Al estilo de otras como Doctor Slum, fueron series diseñadas para un público muy específico de mediados y finales de los ochenta, esta última para los jóvenes, que la veían antes de irse a la cama y la mañana siguiente la comentaban con los compañeros que se dormían sintonizando TV3. En mi caso no era esa cadena la que se veía a última hora de la noche y yo no llegué a ver la serie. Y por lo que escuchaba a los compañeros de instituto al día siguiente, dudo que hubiera visto más de un capítulo. O un último caso, que refleja la curiosa política de adquisición de series inglesas por parte de TV3 durante esa época: El dia dels tríffids. Sé que todo esto suena a chino, pero forma parte de la historia de mi tierra.

Volvamos a don Reginald. Reginald Perrin era un inglés más de esos que vienen a España en verano con pantalones recortados y calcetines de invierno subidos hasta las rodillas adornados con unas sandalias. Si es que hubiera tenido dinero para venir a España, que no lo tenía. De hecho, se encontraba en el punto más bajo de su vida personal y profesional. Sin dinero, sin trabajo, con una mujer que no le hacía caso y unos hijos pequeños que le trataban como un pringado. Como lo que era. Por si alguien se acuerda, era un señor pelirrojo, típico de allí, y dotado de unas patillas idóneas para los años ochenta. Pero al tal Perrin se le ocurre un día decir que le ha tocado la lotería y es millonario. Ignorado hasta entonces por el resto del mundo, Perrin se convierte en el centro de la atención y se dedica a disfrutar de su popularidad y de que en los mejores restaurantes de Londres le guarden la mejor de sus mesas para comer, comida que por supuesto no paga, solo para que los dueños del restaurante puedan decir que es el favorito de Reginald Perrin. Humor típico inglés.

La serie gira entorno a las peripecias de este hombre a partir de que suelta la bomba de que es rico. Aparecen amigos desconocidos por todas partes, y un par de personas en especial que se dedican a decir todo el rato: “Sí, Reggie”, “lo que tú digas, Reggie”, y llega un momento en el que esas dos frases se convierten en el eje central de la serie durante muchos capítulos. No recuerdo cómo terminó, porque no era una de mis series preferidas, pero sí me ha servido como referencia para recordar cuando alguien hace el ridículo.

Y eso es lo que está haciendo el señor Artur Mas desde hace muchos meses. Menudo cambio de tercio, ¿verdad? Pues de eso se trataba. Hoy hemos conocido que ha anunciado la suspensión de su ilegal y ridículo referéndum de independencia del Estado español. Muchacho, si quieres ser independiente, compra un trozo de terreno en Siberia y planta una bandera catalana. Aquí vives rodeado de varios millones de personas, más de la mitad de ellas descendientes de emigrantes o incluso emigrantes recién llegados y empadronados, y si te fijas en ciudades tan importantes como Badalona u Hospitalet del Llobregat, y ya no digamos Santa Coloma de Gramenet, metiéndote en sus barrios más humildes, allí ni siquiera han oído una palabra de catalán. Como el mismo barrio en el que yo me crié. Allí no hablaba nadie catalán a finales de los setenta. Todavía no se había puesto en marcha la política de inmersión lingüística que domina mi tierra desde entonces, pero en el barrio de La Salud de Badalona nadie hablaba catalán porque nadie había nacido allí, hasta que gente como yo nació y una nueva etapa en la reciente historia de la región empezó.

Por tanto. Seguro que hay mucha gente, quizás algún que otro millón de personas, que desean la independencia de Cataluña. No me cabe duda. Pero la comarca metropolitana de Barcelona engloba a más de cinco millones de personas. ¿Las han tomado a todas por independentistas porque sí? Craso error, señor Mas. Uno más de los muchos que ha cometido y que llevarán a convocar elecciones anticipadas porque  Izquierda Republicana de Cataluña le va a plantear una moción de censura, la va a perder y en las elecciones será usted masacrado por sus propios votantes. Ya perdió doce escaños en las anteriores elecciones autonómicas, lo que habría supuesto la dimisión inmediata de cualquier político decente, algo que usted no es, y en las próximas va a perder usted como el cincuenta por ciento de los votos respecto a las elecciones anteriores.

Por culpa de esas veleidades independentistas en las que seguramente ni usted mismo cree, va a desaparecer de la política como el hombre que intentó existir pero no lo consiguió. Y le va a dejar el testigo a alguien tan siniestro, enemigo de España y falto de criterio como Oriol Jonqueras. Va a dejar a los catalanes con el culo al aire. Solo por no haber sabido rectificar y por haber elegido a los radicales políticos como socios de gobierno. Por supuesto, era la elección lógica en su momento, pero con el cariz que está tomando la situación de los socialistas catalanes, yo hubiera dejado plantado a Jonqueras en mitad de la legislatura y habría pactado con Iceta. Aunque quizás le faltaran votos, aún con su apoyo, para la mayoría absoluta de la que ha disfrutado hasta ahora.

La historia le recordará como el político más fracasado de Cataluña en pleno siglo XXI. ¿Está usted orgulloso, señor Mas?

Para los que somos catalanes y hemos abandonado nuestra tierra en busca de un futuro distinto, hoy es un gran día. Ya vendrán peores.

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