jueves, 31 de julio de 2014

Confesiones III

He querido hacer un paréntesis en la corrección de la novela, y ahora, pasadas las siete de la tarde, quizás sea momento de darle un descanso a tanta coma, tanto acento y tanto párrafo que hay que encajar en una página. Ojalá todo fuera tan sencillo como ponerse delante del teclado y escribir. Acabaríamos antes sin corregirnos a nosotros mismos.


Esta mañana me dirigía a casa de un cliente para arreglarle el ordenador, y caminaba por los alrededores del barrio donde vivo, en dirección al centro. Miraba a las personas, los coches, el monte cercano, y en general todo cuanto se presentaba ante mi vista. Yo no nací en el pueblo en el que vivo. Llevo cuatro años viviendo aquí. No es la primera vez que pienso en ello, pero a raíz de los acontecimientos que se van sucediendo y de las aventuras y desventuras en mi ciudad de adopción, surgió dentro de mi una reflexión de esas en las que no te atreves a llegar hasta el fondo de la misma.


Pero sí me gustaría compartirla.


De donde yo soy, muchas personas no me consideran de los suyos. Ni a mí, ni a nadie de mi familia. Hay un par de lugares donde ocurre esta situación. Euskadi y Cataluña. Y no tienen problema en hacértelo ver. Incluso han elegido palabras específicas para denominarnos, solo porque nuestros padres son de fuera de esas tierras y llegaron hasta allí buscando una vida mejor. No eres de allí. Solo has nacido allí. Los vascos les llaman manchurrianos. Los catalanes, charnegos. Qué palabras más horrorosas. Yo soy de Barcelona, pero a lo largo de mis primeros años de vida, hasta que lo dejé como una anécdota sin importancia, aunque la tiene, muchas personas se preocuparon de dejarme claro que yo no era uno de los suyos. Que no me apellidaba Deulofeu o Pallach y que mi familia no había vivido allí desde hacía generaciones.


Empezaron pronto, en el instituto. Cuando tienes que soportar durante un par de años (porque el chaval es tonto como él solo y las influencias llegan hasta donde llegan) que el sobrino del alcalde te restriegue por la cara lo rico y catalán que es, e incluso tus propios compañeros te digan, enfadados, que no hablan contigo si no es en catalán, te planteas muchas cosas. Y la primera de ellas es que no quieres seguir allí. Te intimidan de tal manera que prefieres mudarte a cualquier otro sitio donde no haya gente de tan baja calaña.


Lo malo es que elijas una carrera universitaria donde te encuentres con el criadero de políticos independentistas del futuro. Lo malo es que invadan una clase de literatura española con la excusa de que es una clase de españoles para españoles, y las veinte ¿personas? que invaden el aula te intenten obligar a desalojarla solo porque a ellos les da la gana y porque así joden al imperialismo centralista.


Claro que es peor negarse a hacerlo, pero esa es otra historia.


En definitiva, llegas a tu pueblo de vacaciones. Al que llevas veinticinco años visitando y has decidido, porque en Barcelona no te queda nada más que una mala salud y demasiados recuerdos que deseas olvidar, que sea el lugar donde quieres pasar el resto de tus días. Pero observas a la gente. Tratas con los paisanos, y los ves mucho más abiertos. Amantes de su tierra, por supuesto, pero sin politiqueos ni estupideces de por medio. Aman a su tierra porque nacieron allí. Así debería ser. Coger un trozo de tierra del suelo y sentir que perteneces a esa tierra, que has nacido de ella y dentro de ella te enterrarán.


La reflexión es darte cuenta de que, en el lugar donde has nacido, para muchos eres  un extranjero. Así te lo han intentado hacer ver. Y en tu lugar de adopción, no te identificas con sus habitantes. No eres ni de un sitio ni de otro. Sylvester Stallone, en sus papeles de Rocky, decía que si permanecías mucho tiempo en un lugar, acababas perteneciendo a él. ¿Por qué se empeñan algunos en no admitirte como uno de los suyos? Extranjero en tu propia tierra y desorientado en tu tierra de adopción.


La de cosas que te da tiempo a pensar mientras caminas diez minutos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario