lunes, 28 de julio de 2014

Aforado


Hace más de treinta años que vivimos en una democracia. Con todo lo bueno y lo malo que ello implica. Lo bueno, las libertades, el progreso del país y tener cada ciudadano la potestad de decidir qué quiere hacer con su vida y actuar bajo la responsabilidad de sus propios actos. Lo malo, que también lo hay, empezando por la corrupción inherente a todo aquel sistema en el que se confía la administración y gestión del dinero de todos a unos pocos y nos tenemos que fiar de que lo hagan bien y, sobre todo, que no echen mano de unos cuantos billetes y los metan en Suiza. De esto tenemos ejemplos a ambos lados del espectro político: desde Bárcenas hasta Izquierda Unida.

Pero no abundaremos en esta situación, que merecería un artículo aparte. Hoy recuerdo esa palabra, que hasta no hace mucho tiempo la inmensa mayoría de la población ni siquiera sabía lo que significaba. Hoy está de moda, a consecuencia del cambio de reinado y de las implicaciones propias y además por un hecho contrastado que a muchos nos indigna: ¿Por qué existe esta figura en España si en otros países que están a años luz de nosotros ni siquiera se aplica o hay UNA persona que lo es cuando en España hay unas siete mil? En Estados Unidos disponen incluso del artículo cuarto de la enmienda 25 para que el gabinete de presidencia declare incapacitado al jefe del Estado para seguir gobernando. Sus propios ministros deciden si puede o no seguir en el cargo.

Tampoco nos equivoquemos. Aforado no significa intocable. Ignorando el significado original de la palabra, aforado significa que no puede juzgarte un juez ordinario por un delito que hayas cometido o en el que estés implicado. Significa que tu caso debe ir directamente al Tribunal Supremo, por encima de la Audiencia Nacional o un juzgado cualquiera de primera instancia y por debajo del Tribunal Constitucional. Si eres aforado y un juez instruye una causa en la que estás implicado, al terminar la instrucción el juez debe inhibirse para pasar el caso al Tribunal Supremo.

¿Ventajas y desventajas? Para el aforado, que será difícil que el caso llegue al Tribunal Supremo y que, además, puede apelar una sentencia condenatoria durante años. Prácticamente hasta que se jubile o el caso prescriba. ¿Desventaja? Si es hallado culpable, no podrá volver a ocupar un cargo público y además tendrá que devolver lo que el Tribunal considere oportuno o establezca como cantidad aproximada que se llevó sin tener derecho. Incluido el embargo de todos sus bienes. También entra aquí en juego la palabra prevaricación, tan de moda en nuestros días y que no significa más que has hecho uso de tu cargo para beneficiar a una tercera persona o a ti mismo a sabiendas de que era ilegal. Muchos edificios construidos en los últimos años, muchas recalificaciones urbanísticas de parque o equipamiento para la ciudad a zona edificable saben de qué estamos hablando. Por tanto, concejales y alcaldes corruptos, uno detrás de otro. Pero no son ellos los únicos que se han llenado los bolsillos, aunque algunos de sus ejemplos son sencillamente escandalosos.

Tomemos como ejemplo un pueblo de la costa gallega. Con apenas catorce o quince mil habitantes, tiene el presupuesto embargado por el juzgado hasta 2048. Sí. Repito. Hasta 2048. Eso quiere decir que hasta esa fecha será un grupo de auditores independientes el que controlará hasta el último céntimo que gasta ese ayuntamiento, porque anteriormente al embargo, a la suspensión de pagos o concurso de acreedores que le llaman ahora, los ediles y concejales han gastado lo que no tenían, y además de eso han solicitado créditos a entidades financieras, que se los han concedido porque se trata de un ayuntamiento y eso es un cliente seguro, y además, después de ingresar un crédito de por ejemplo dos millones de euros, ese dinero ha desaparecido y nadie sabe dónde está. Otro caso parecido es el del Atlético de Madrid de la liga de fútbol, embargado judicialmente hasta que saneen sus cuentas, aunque parecen estar en el buen camino para conseguirlo. El conjunto de auditores les permite una cantidad total para gastarla en fichajes de jugadores, ni un euro más, y sus directivos saben dónde están sus límites.

Volvamos a nuestros queridos aforados. Mucha gente que ha oído hablar sobre el tema se equivoca. Es cierto que todos nuestros políticos lo son, pero nuestros políticos en España suman unas dos mil personas hasta donde llega el aforamiento. Gobierno, presidentes de Comunidades Autónomas, Secretarios de Estado y subsecretarios… La cifra se convierte en un escándalo cuando nos fijamos en la carrera judicial, aunque tiene sentido. No es lógico que un juez juzgue a otro juez. Debe ser alguien de mayor formación, carrera y prestigio quien lo haga. Pero es que estamos hablando de cinco mil personas relacionadas con el mundo de la judicatura. ¿Es necesario? ¿Tanto miedo tienen de que les pillen con un coche al que no tienen acceso por sus sueldos? Yo estoy en contra de esa figura, aunque todos sabemos que no la van a retirar. Tanto a políticos como a los miembros de la carrera judicial les sale a cuenta mantenerla. A pesar de las cifras que se revelan en los informativos.

Sin ir más lejos, Francia y Estados Unidos tienen UN aforado cada uno. Sus jefes de Estado. En otros países se limita exclusivamente a sus gobiernos y en otros muchos, como los nórdicos, no se aplica el término de aforado. Quien la hace, la paga y punto. Como así debería ser para todos.

Se ha levantado mucha polémica alrededor del aforamiento de la figura del rey saliente, Juan Carlos I. A mí me es indiferente que lo esté o no lo esté pero, analizándolo externamente, me hago una pregunta. Durante sus treinta y nueve años de reinado, ¿no le ha dado tiempo a un montón de gente a investigar si ha cometido algún acto ilegal? ¿Lo va a hacer ahora que solo quiere jubilarse a sus 76 años? Y más con la nefasta moda, digna de ciudadanos carentes de personalidad, de declararse todo el mundo republicano. Es la libertad que ejercemos, pero por un lado, que no lo hagan los españoles porque alguien con más personalidad que ellos les ha dicho que es lo que le conviene a España y, por otro lado, no hay más que ver las imágenes de televisión del día del cambio de reinado en España. Las calles de Madrid estaban atestadas de personas saludando a los nuevos reyes. ¿Hipocresía, lavado de cerebro o es que “es lo que me han dicho que tengo que decir”?

Por tanto, aforados, no gracias. Ni siquiera el rey. El rey debe saber lo que tiene que hacer en cada momento. Y si no, la república, aunque en este país se convertiría en un caos de impredecibles consecuencias, sobre todo con la caótica diversificación que se ha producido tras las elecciones europeas y el advenimiento de grupos políticos de tan dudosa legitimidad como Podemos. No es por la formación política en sí, sino por el exceso de puntos oscuros en el pasado reciente de su líder. Acercamientos a ETA, identificación total con la “revolución” bolivariana… Afortunadamente, no dispone de un programa electoral para España ni creo que vaya a obtener un resultado parecido en las próximas convocatorias. Solo ha sido el voto del enfado, personificado en su figura.

No estamos preparados para saber que no tenemos un rey detrás. Ya no estamos en 1930 y años posteriores en los que, visto desde la perspectiva de lo que ya forma parte de nuestra historia, así nos fue. Ni dictaduras ni repúblicas presidenciales. El modelo estadounidense sería el más adecuado. Un jefe del Estado que se dedique a la política internacional, en nuestro caso un jefe del Estado que traiga inversión extranjera a España, y un Congreso que aborde los temas internos.

Y no lo que tenemos ahora. Los de un lado insultando a los del otro. Siempre en plan “y tú más”.

Además… Qué palabra más fea.

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