viernes, 11 de noviembre de 2011

Presidente de un solo mandato

Steve Jobs era un tipo muy peculiar. A diferencia de su rival pero amigo Bill Gates, que se limitó desde el principio de su andadura informática tras no finalizar sus estudios universitarios a comprar lo que otros pioneros habían creado en su lugar para integrarlo en sus programas y sistemas operativos, y es que todavía hoy después de más de veinte años de Windows todavía está por ver alguna novedad de los de Redmond que haya salido de su supuesta fábrica de ideas llena de jóvenes que ya no visten de traje y corbata como si eso supusiera una diferencia cualitativa con respecto a la comunidad Linux, formada por millones de entusiastas desarrolladores que trabajan por amor al arte, y los MACeros que siguen trabajando a diferencia de Microsoft con código abierto y por eso sus sistemas son mucho más seguros, siempre fue un personaje de ideas propias. Su reciente fallecimiento le ha encumbrado a los altares como uno de los genios precursores de la tecnología actual, cuando en mi humilde opinión nunca hubo para tanto.
Durante los años noventa, Jobs prácticamente desapareció del mapa. Sus desavenencias con sus socios y algunas de sus ideas que obtuvieron un clamoroso fracaso de ventas en el mercado hicieron que saliera por la puerta falsa y propició que durante una larga temporada Bill Gates se convirtiera en el arquitecto jefe, como a él mismo le gusta llamarse, del desarrollo tecnológico informático. Pero los grandes creadores acaban volviendo a la palestra porque un día se despiertan a las cinco de la mañana después de habérseles ocurrido la idea del siglo y ponen todo su empeño en llevarla a la práctica. El prestigio de Microsoft fue decayendo a medida que anunciaba nuevos sistemas operativos cada vez más desastrosos, que tuvieron sus puntos culminantes en Windows 95 y su famoso cuelgue en su presentación mundial ante los medios, el infumable Windows Millenium que a quien suscribe le dio de comer durante mucho tiempo por sus continuos fallos multimedia que se suponía que eran su punto fuerte, y en los últimos años con Windows Vista, uno de los mayores fracasos de la historia de esta empresa por su precipitada puesta en escena que no mejoró con los subsiguientes parches que a ninguno de nosotros nos hizo olvidar al que por fin parecía un sistema operativo decente, Windows XP con su Service Pack 3 y la versión 7 de su navegador. Al menos con Windows 7 no nos encontramos con tantos problemas como el nefasto Vista, aunque se podrían enumerar unos cuantos que no son objeto de este artículo.
Sin embargo Jobs reapareció con su incorporación a Apple y sus nuevas ideas. Los MAC siempre se han distinguido de los Wintel porque a igualdad de componentes, ofrecían mucha mayor potencia y estabilidad, aunque Jobs se llevó el gato al agua con su Iphone, su Ipod y su Ipad. Todos ideas suyas y todos consecuencia directa de comprobar cómo sus ordenadores Apple no iban a superar la cuota de mercado del 20% a nivel mundial que habían llegado a conseguir, aunque es curioso que en Estados Unidos todavía se vendan más MAC que Wintel, pero para el resto del mundo los MAC siguen dando tanto  miedo como los equipos corriendo Linux, mucho más especializado al tratarse de una evolución gráfica de un sistema operativo basado en comandos de consola que a los más viejos del lugar les recordará al MS-DOS 5, por poner un ejemplo. Para los no entendidos en estas lides, un MAC sigue siendo un ordenador para maquetar periódicos, componer música o hacer diseño gráfico profesional. En realidad sirve para cualquier otra cosa, pero las mentalidades no cambian y en eso Gates ha sabido llevarse el gato al agua.
Como iba diciendo, Jobs tenía ideas propias. Y por encima de todo, personalidad propia. Siendo como era uno de esos informáticos raros que nadie entiende y que vive en su mundo, parecido a Gates con su reconocido síndrome de Asperger del que podemos hablar en otro artículo, a medida que fue recuperando fama y prestigio dio rienda suelta a los matices más particulares de su personalidad. Se dice que no hace mucho, el de momento presidente de los Estados Unidos le invitó a la Casa Blanca para lo típico, una entrevista de unos minutos para charlar sobre temas tecnológicos de los que el presidente por supuesto no tenía ni idea, y lo que realmente le interesaba, hacerse unas fotos con el hombre de moda en Sillicon Valley y gurú de las nuevas tecnologías en todo el mundo, porque ¿quién no quiere tener un Iphone? Y a Jobs no se le ocurrió otra cosa más que decirle que por él encantado de hacer la entrevista, pero si quería verle tenía que ir él a visitarle. Y Obama fue. Tras unos minutos de banal conversación que seguramente se convertiría en un diálogo de besugos ya que un político sabe hablar de política y un genio de la tecnología sabe hablar de tecnología pero no saquen a ninguno de los dos de sus respectivos campos, cuentan que Steve Jobs se quedó mirando durante unos segundos a Obama y sin reprimirse lo más mínimo le soltó: “señor presidente, usted será presidente de un solo mandato”. Imagínense la cara que se le quedaría a Obama. Todos los presidentes norteamericanos aspiran a serlo durante dos mandatos y todo aquel que no lo consigue pasa a la historia como un fracasado, incluso hasta George Bush hijo obtuvo la reelección siendo votado por segunda vez mucho más que en la primera. Obama intentó pedirle explicaciones por aquella aparente genialidad que acababa de sacarse de la manga, pero Jobs no quiso abundar en el tema. A los genios no se les puede pedir explicaciones, simplemente te sueltan una sentencia de muerte, como ésta, y se toman un sorbo de su cerveza favorita como si no hubiera pasado nada.
¿Tendrá razón Steve Jobs? Apuesten a que sí. Yo lo pienso desde hace muchos meses. El “efecto Obama”, su impresentable premio Nobel de la paz y sus repetidos actos públicos para elevar su imagen a casi la de un líder mesiánico se terminaron. Ahora ya ha vuelto a la cruda realidad y la cruda realidad es que no está a la altura de su cargo. Hagan sus apuestas.

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