martes, 4 de noviembre de 2014

Glee sin Cory Monteith


Ya escribí hace tiempo un artículo sobre esta serie, diferente, ridícula y totalmente adictiva que sorprendió al mundo entero en 2009 cuando reunió a doce estudiantes-cantantes y un profesor en un instituto, que versionaban temas conocidos de siempre de cara a una ficticia competición de coros. No voy a hablar de los logros conseguidos por Glee, para eso ya están las cifras que se pueden encontrar en internet. Las nominaciones, los premios y sobre todo los millones de canciones y discos vendidos, además de una legión de fans que probablemente no hayan conseguido otras series de la actualidad. Ni siquiera Breaking Bad, Juego de Tronos o The Walking Dead.

Las dos primeras temporadas fueron magníficas, inolvidables por la frescura de los actores, la excelente selección de canciones, aunque la mayoría fueran americanas pero eso era algo comprensible, y la tercera, pasable porque conseguían el objetivo de ganar el certamen nacional de coros y esperabas episodio a episodio a que lo consiguieran. El problema surgió para los creadores de la serie cuando sus principales protagonistas se graduaron en el instituto, y había que plantear la serie de otra manera. Y la única manera de hacerlo era introducir nuevos actores-cantantes y alternar sus historias con las nuevas vidas de los Colfer, Michelle, Monteith, Rivera y compañía.

El estrellato internacional que habían conseguido desde Dianna Agron (desaparecida desde entonces y extrañamente ausente en el episodio de homenaje a Cory, como Heather Morris) hasta Mark Salling, era imposible de igualar, aunque convocaran concursos con nuevos valores para sustituirles. Imposible. Por eso la serie bajó radicalmente en su audiencia, pasando de casi veinte millones de espectadores en determinados episodios de la primera temporada a apenas cinco en la cuarta y la quinta. Y bajando, por motivos diversos. El formato de la serie, similar y posterior a la ya triunfadora American Idol, está agotado.

En buena medida, Glee ha conseguido una quinta y sexta y última temporada  gracias a la legión de incondicionales fans a los que ya no les importa demasiado la serie, pero compran todo lo que produce la potentísima máquina comercial de Glee: discos, camisetas, conciertos y otros, que la han mantenido hasta hoy. Ese detalle mantiene la serie rentable y por eso ha seguido en emisión, aunque por ejemplo, en España, la Fox ya está emitiendo dos capítulos consecutivos cada semana. Primer indicio de que una serie está próxima a su fin.

Pero la serie ya no es lo que era.

He nombrado un motivo por el que Glee ha caído en picado, la falta de carisma de los sustitutos de Amber Riley, Heather Morris, Harry Shum Jr., Mark Salling o Dianna Agron. Son cuatro ejemplos aparte de las estrellas Michelle y Colfer, pero cada uno de ellos aportaba algo interesante. La nueva Aretha Franklin, la fingida estupidez de Morris, el magnífico bailarín de raíces asiáticas y el malote de buen corazón aportaban algo diferente que enriquecía la serie después del lucimiento vocal de los anteriores. Pero sus sucesores, obviamente, no están a la altura. Pero hay un segundo motivo. Causó impacto mundial en su momento, llegando a ser lo que ahora se llama Trending Topic mundial en Twitter, como sucede con todo aquel actor, cantante y famosísimo que es, en cierta forma y aunque no se corresponda con la mejor voz, el alma de la serie. Hablo de la muerte de Cory Monteith. La verdad es que no me apetece analizar, ni alcanzo a entender, cómo un muchacho de 31 años que lo tiene todo, dinero, fama y a la chica guapa con la que se iba a casar, se mata una noche en una habitación de hotel entre drogas y alcohol justo antes de iniciar el rodaje de la quinta temporada. Si yo hubiera sido Lea Michelle, no estaría destrozado. Estaría muy cabreado. ¿Es que ella y su vida en general no eran suficientes como para seguir adelante? Me encantaría una respuesta a esa pregunta. Aunque nunca la tendré. Ni yo ni nadie.

Por eso Cory, gilipollas, nadie entiende lo que te pasó. Llegó a decirse que consumías drogas desde los doce años. No me lo puedo creer. Pero prefiero olvidarme del asunto y que descanses en paz. Lo hecho, hecho está.

Pero pasemos a lo que ha supuesto la repentina ausencia de Cory Monteith en Glee. La serie ha bajado en picado porque creo que todos estamos de acuerdo en que, después de no haber abandonado el nido como muchos de sus compañeros, la presencia de Monteith y su peculiar voz de barítono (inolvidable su versión de I´ll stand by you de The Pretenders, el éxito mundial de Journey con su Don´t stop believing e incluso en No Air), le aportaba esa dosis de veteranía que la frescura de los nuevos actores no conseguían imponer para continuar con Glee como una serie de masas como lo había sido durante las dos primeras temporadas. Como anécdota personal, yo no conocía nada de Journey cuando llegué al final del primer capítulo y escuché aquella maravillosa versión. Debió gustarle a medio mundo, ya que los autores originales de la canción vendieron cinco millones de copias digitales de una canción ya olvidada y la versión de Glee alcanzó las quinientas mil. Hasta Ophra se los llevó a su show para que la cantaran. Todo un icono del pueblo americano, como la misma serie por sí sola.

Solo he necesitado seis episodios de la quinta temporada para comprobar que Monteith era uno de los pilares de la serie. Y no solo por ser la pareja de la superestrella Lea Michelle. Él también era una superestrella a su manera. Quizás, como otros pobres desgraciados como Cobain, Winehouse y compañía, no pudo con la presión del éxito (ya me gustaría a mí tener esa presión) y prefirió quitarse de en medio cuando ya había anunciado su intención de casarse con Lea Michelle.

Por eso veo los capítulos de la quinta temporada y no hago más que preguntarme cuándo diablos va a aparecer Cory Monteith para cantar una de esas canciones perfectamente adaptadas para su voz. Lea Michelle y Mathew Morrison ya han editado discos en solitario aprovechando el tirón de Glee, pero nos ha faltado el de Cory. Ya era un buen batería antes de empezar la serie, pero no se había aprovechado el potencial de su voz. Ahora, evidentemente, nos quedaremos sin un disco con temas propios o de su banda, anterior a Glee, pero ha dejado varias canciones en solitario para disfrutarlas.

No era la estrella, no era el personaje principal, su papel estaba siempre a la sombra de la histriónica Rachel Berry, pero sin su presencia, a la serie le han amputado las dos piernas. Por eso es mejor que, una vez sucedidos los trágicos acontecimientos, la serie termine lo antes posible. Las dos primeras temporadas seguían una perfecta estructura de capítulos. El objetivo era llegar al certamen nacional de coros y, claro, ganarlo. En la tercera se perdió un poco esa sólida trama argumental, y la cuarta y la quinta se han convertido en una sucesión de capítulos sin ton ni son en los que prácticamente llegas a olvidar qué había sucedido en el capítulo anterior. Demasiadas estupideces de adolescentes y poca dedicación al argumento original: la preparación de los regionales y el nacional.

Ahora Glee parece, y es, una serie perdida, de la que es mejor que echen el cierre lo antes posible porque empieza a costar darle al capítulo para verla y que no se pierda en micro argumentos acerca de las historias de los adolescentes del McKinley y no se vislumbre una trama original más que algunas secundarias de las dos primeras temporadas, como las semanas de estudio dedicadas a los grandes de la música, The Beatles o Billy Joel. Y eso no es suficiente para mantener la serie. Una de las pocas escenas que realmente me apetece ver, cuando llegue, es la versión que hará Darren Criss del “All of me” de John Legend.

Si la vuelvo a ver, que es probable, seguramente lo dejaré en la tercera temporada. Hasta que ganan el certamen nacional de coros. Las tres siguientes, a la espera de ver la sexta, no tienen nada que ofrecer y, además, a partir sobre todo de la cuarta, sus integrantes ya estaban más inmersos en sus proyectos personales que centrados en la serie. Y eso se nota demasiado.

Larga vida a Glee. Aunque su historia está alcanzando el final en Estados Unidos y a nosotros nos quede temporada y media que contemplar.

 

Dedicado a Arantxa.

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