viernes, 27 de enero de 2012

Las ballenas no cantan en cautividad

Hablemos un poco más de la crisis. De los más de cinco millones de desempleados de los que se espera que lleguen a seis a lo largo de este fatídico 2.012. De la falta de soluciones mágicas que nos iba a traer Mariano por Navidad. Podemos hablar de todo sin decir nada, como suelen hacer los políticos que nos tienen tan acostumbrados a ponerse delante de un micrófono para responder con tópicos a preguntas que saben desde horas atrás que les van a hacer y tienen las respuestas preparadas.

Pero… ¿Y si hablamos de soluciones reales? Puede que nos gusten o puede que no, pero se trata de sumar, de aportar teorías que bien pueden llevarse a la práctica. El gobierno recién creado se ha empeñado en cumplir los criterios de la deuda estatal sobre el P.I.B. y me parece estupendo, pero apretándonos el cinturón lo único que conseguimos es que nos queden marcas cuando nos lo quitamos y así no se crea empleo, más bien al contrario, se sigue destruyendo. Para mí no es una prioridad que  nuestra deuda sea reducida por mucho que Merkel y Sarkozy, los dos mandamases europeos, digan lo contrario. Merkel está creando empleo y a pesar de ello perderá las próximas elecciones en su país porque tiene peor imagen que Margaret Tatcher en sus tiempos y en el fondo le da igual lo que pase en Europa porque su país crece al 3% en una época de crisis y el francés no tiene los mismos problemas económicos dentro de sus fronteras que nosotros en el nuestro.

Mi solución sería la siguiente: el Estado paga una factura astronómica por el consumo de electricidad. Europa tiene como media una dependencia del 50% en cuanto a consumo de energía; es decir, que produce apenas el 50% de lo que ciudadanos y empresas gastan y por tanto tiene que comprar la otra mitad que necesita al precio que le marcan los que la venden, léase petróleo, léase gas. En España, y para variar, esa dependencia sube hasta el 80%. Si usted tiene 10 bombillas en casa y enciende las 10, su compañía suministradora de electricidad ha comprado la potencia necesaria para encender 8 de las 10 bombillas y solo tiene la capacidad de producir energía para encender dos. Eso si no tiene la mala suerte de que le salten los plomos.

Me da igual la impopularidad de la medida para los que sean acérrimos enemigos de la fisión del núcleo en un reactor atómico. Francia dispone de 58 centrales nucleares funcionando a pleno rendimiento y nosotros de 8 reactores, la mayoría de los cuales ya ha cumplido su vida útil y funcionan con más pena que gloria. Tenemos 17 comunidades autónomas, 50 provincias sin incluir a Ceuta y Melilla, y la solución es construir una central en cada provincia española exceptuando las que ya disponen de una y solo hasta su desmantelamiento definitivo.

Imagínense la cadena de acontecimientos que conducen a que un ingeniero jefe de servicio apriete el botón que inicia los procesos previos a la fisión del núcleo: una central nuclear necesita dos requisitos para poder funcionar a nivel de localización geográfica. El primero es que debe construirse cerca de una fuente de agua para poder desviar su curso y utilizarla como refrigerante del combustible que se quema, y por motivos de seguridad no encontrarse demasiado cerca de un núcleo de población importante pero tampoco en medio del desierto dada la dificultad que ocasiona el transporte de corriente eléctrica a grandes distancias en la que se pierde parte de la cantidad transportada. Tenemos 50 provincias, todas ellas con ríos o embalses y todas ellas con terreno más que suficiente para construir una edificación que se encuentre a diez kilómetros del municipio más cercano.

Segundo: las infraestructuras. Harían falta nuevas carreteras, con lo cual estamos hablando de miles de kilómetros de asfalto que brigadas especializadas tendrían que construir previo allanamiento del suelo entre cualquiera de las carreteras ya construidas en una provincia y la específica que condujera a una central nuclear. En una central nuclear no trabajan diez personas, trabajan quinientas, por tanto se necesitarían viviendas y todo tipo de servicios, primarios y secundarios: escuelas, hospitales, centros comerciales y polígonos industriales para la industria terciaria. Trabajo para miles de personas en la fase previa, la construcción de la central.

Una central nuclear basada en el modelo EPR francés de tercera generación, a la espera del desarrollo del protocolo para la fusión fría que no llegará antes de 2.035-2.040, presenta mínimos problemas de seguridad y mantenimiento comparada con sus predecesoras generacionales. Pondré de nuevo el ejemplo francés: 58 centrales nucleares, la mayor relación entre población y número construido. Y tenemos que comprarles miles de kilovatios a los franceses porque nosotros no los producimos y construir, para disponer de la infraestructura necesaria, un buen número de kilómetros de líneas de alta y muy alta tensión para que nos llegue esa energía que hemos comprado. ¿Por qué no las utilizamos para transportar la energía que nosotros mismos hemos fabricado? El Estado dejaría de pagar esa factura, se terminarían los problemas con los franceses, reacios a conceder más licencias para esas líneas porque no se fían de nosotros y el gobierno catalán no pone más que trabas para aumentar las ya existentes y todos pagaríamos menos por la factura eléctrica, esa que un mes nos vienen a ver los contadores y el mes siguiente nos cobran el doble porque les sale más barato no pagar a operarios que vayan vivienda por vivienda y los ordenadores calculan un consumo estimado que suele llegar al doble de lo habitual y al mes siguiente nos crujen con una factura absolutamente alejada de la realidad. Al menos ésta última situación parece en vías de extinción con la próxima factura bimensual que aprobará el Consejo de Ministros en las próximas semanas. No es normal que un mes de junio te llegue una factura de 40 euros por el consumo y al mes siguiente una de 120.

 Sería muy fácil para mí criticar la absurda negativa de las organizaciones ecologistas y la presión que ejercieron sobre los gobiernos socialistas para que firmaran la moratoria nuclear. Lo siento, amigos, pero a mí ahora la moratoria nuclear me trae sin cuidado y a los cinco millones de desempleados y nuestros ingenieros y doctores que forman parte de la fuga de cerebros de nuestro país hacia otros con mejores perspectivas laborales, también. No hay trabajo, no se genera riqueza y el Estado debe dinero por todas partes sobre todo por la deuda de las comunidades autónomas solo porque Pepito quiere ser diferente de Juanito. Pues dejémonos de tonterías porque no está el horno para bollos y no se pueden mantener 17 administraciones distintas cuando el 45% de la juventud española, abanico comprendido entre los 18 y los 35 años, se levanta cada mañana de la cama sin tener otra ocupación más que ir al paro y comprobar que sigue sin haber nada para ellos. Las centrales nucleares producen residuos, eso lo sabemos todos, y esos residuos son contaminantes durante miles de años, eso también lo sabemos todos, pero díganme: ¿Por qué el pueblo al que se le ha concedido la licencia para albergar un cementerio nuclear lo ha celebrado por todo lo alto? Porque generará puestos de trabajo. Muchos puestos de trabajo. Y eso, amigos, es lo que importa ahora. Y por cierto, para los persistentemente reticentes: en Almería disponemos de un desierto colosal para albergar un cementerio nuclear. O en los Monegros en Zaragoza, cientos de kilómetros cuadrados que solo utiliza el Ejército en una pequeña proporción, a pesar de la rumorología que afirma que se va a crear en aquel lugar un complejo lúdico a imagen y semejanza de Las Vegas. Pero yo no he visto la primera piedra por ninguna parte, y emplazamientos donde depositar con seguridad los residuos nucleares hay a docenas, solo se trata, como todo en esta vida, de hacer las cosas bien.

Una última pregunta: ¿Quién pagaría todo esto? Las compañías eléctricas, sin lugar a dudas. Supervisadas por el Estado, pasarían a ser las gestoras de las centrales ya que disponen de la infraestructura necesaria para transportar la energía generada en las centrales hasta nuestros domicilios, pero primero hay que poner el dinero sobre la mesa para después disfrutar del chollo nuclear. ¿Saben que en sus facturas eléctricas todavía abonan una cantidad cercana a los tres céntimos de euro para devolver la inversión que realizaron en los años 80 para construir centrales nucleares que después fueron paralizadas? Parece una cifra ridícula, pero hagan la suma: veinte millones de facturas eléctricas mensuales por treinta años de moratoria nuclear. ¿A que ya no les parece tan ridícula?

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