lunes, 5 de diciembre de 2011

Mentalidades de otro planeta

A lo largo de los años me he dedicado a observar el comportamiento de las personas que me rodeaban e incluso de las que solo pasaban a mi lado. Dicen que en la vida hay dos tipos de seres humanos, los que actúan y los que ven actuar a los demás. Yo he debido ser de los segundos durante la mayor parte de mi vida, ya que me asaltan continuamente recuerdos sobre situaciones observadas por el simple hecho de mantener una conversación con cualquier otra persona y que una frase haga volar a mi cerebro hasta veinte años atrás.
Recordando buena parte de la historia de nuestro país, llego a la conclusión de que nunca hemos sido un conjunto de ciudadanos que demostrara una admiración especial hacia ningún otro país del extranjero. Sin ir más lejos, a los franceses les llamamos gabachos, término heredado del catalán de cuando nuestros antepasados luchaban contra ellos en la guerra de independencia; a los portugueses les consideramos seres inferiores y no son pocas las voces que hablan de una unificación España-Portugal que siendo sensatos no aportaría nada más que quitar una línea de separación en un atlas geográfico; nos reímos de los ingleses por esas extrañas costumbres de conducir por la izquierda con el volante a la derecha mientras nos olvidamos de que los primeros coches construidos en Estados Unidos funcionaban de esa manera y fuimos los europeos los que cambiamos el volante y la orientación de la circulación, además de esa desagradable manía de beber la cerveza templada tirando a caliente o de tomar el té ardiendo con una nube de leche como dicen ellos. Nuestras mujeres en general no soportan a los italianos porque todos se creen los piu bellos y cuando vienen a España piensan que llegan al paraíso del sexo libre y lo que es peor, no aceptan un no por respuesta; si subimos de Suiza hacia el norte nos encontraremos con que a las cinco de la tarde las calles de las grandes capitales como Bruselas, Amsterdam u Oslo se encuentran completamente vacías de personas porque allí se trabaja de 7 de la mañana a 3 de la tarde y el clima tampoco ayuda a salir a cenar a las once de la noche como hacemos nosotros, y de Marruecos hacia abajo, qué vamos a decir que no suene a racista, por no hablar de la América hispanohablante, aunque en este último caso el desdén es mutuo, por nuestra parte por considerarles los conquistados y por la suya por considerarnos los invasores. Y van ya quinientos años así.  Que se lo digan a los gallegos.
Sin embargo nosotros estamos entusiasmados de miramos el ombligo y contemplar al resto del planeta con desdén. Hemos sido ejemplo de una transición hacia la democracia citada en todo el mundo por su rapidez, corrección y moderación durante un proceso por lo general traumático y lleno de actuaciones ante las que se hace la vista gorda, pero no hemos cambiado nuestra mentalidad. Hace unos 20 años jugaba al baloncesto cerca de mi casa en Barcelona y el padre de un conocido atravesaba la cancha para atajar en dirección a su domicilio; se cruzó con un vecino y al saludarse uno preguntó: “¿A dónde vas?” y éste le contestó: “A comer si me dan”. El hombre llevaba treinta años trabajando en la misma fábrica y su esposa era la tradicional ama de casa que cuidaba del hogar y los hijos y gestionaba el salario mensual de su marido para toda la familia como se hizo durante la segunda mitad del siglo XX, esa fue la propuesta planteada desde las alturas y aceptada por los ciudadanos hasta que la misma evolución de la sociedad ha marcado pautas diferentes llevadas por todo tipo de factores que han cambiado lo que en otros tiempos era normal y hoy no deja de ser una reliquia del pasado a la que no interesa volver, por nuestro propio bien.
Pero no hemos abandonado nuestra mentalidad histórica enquistada como una pústula que no somos capaces de arrancar de nuestro cuerpo. Por poner un ejemplo que le quede claro al lector, en España todavía se sigue llamando puta a la mujer que frecuenta la compañía de hombres más de lo que la decencia aconseja a pesar de que una puta por definición es aquella que cobra un estipendio por sus servicios sexuales, pero no por ese proceder, si no como el mayor insulto que se le puede proferir a cualquier mujer cuando hace algo que a determinado hombre no le gusta, y suele implicar un cierto grado de venganza porque probablemente, por muy puta que sea esa mujer no se ha querido acostar con el autor del insulto y es la única vía de escape que encuentra para su frustración. Hace siglos que se acuñó la frase de es más puta que las gallinas, siempre con esa histórica tendencia a convertir el insulto en la mayor de las humillaciones que intentamos infligir a los demás y en este caso citando el ejemplo de un corral que no es precisamente un lugar donde la mayoría de nosotros quisiéramos permanecer durante veinticuatro horas.
Sin embargo, y cambiando al otro lado, cuando se quiere insultar a un hombre para dejarlo por los suelos se le llama maricón. Siempre ese matiz sexual que acompaña a la idiosincrasia más escondida de nuestra población. Citando un dicho mucho más reciente ya que la homosexualidad se ha escondido durante siglos en nuestro país por considerarse una vergüenza impropia del macho hispánico, y seguimos con los tópicos típicos y repugnantes, me viene a la cabeza el ya clásico maricón el último que casualmente ha aparecido en la página personal de un famoso político durante los últimos días y que, al menos, le ha costado la dimisión, motivada entre otras causas por la presión de los colectivos de gays y lesbianas que se han lanzado al cuello de este infeliz al que en mi opinión, lo mejor es no hacerle ni caso. Solo de esa manera se llegará a la normalidad entre las tendencias sexuales, ya que el otro extremo, la obsesión, nos convierte en esclavos de nuestros fantasmas y sirva de ejemplo una reciente sentencia de un juez que absolvió a un ciudadano que había tenido la cortesía de ejercer de rey Baltasar en una cabalgata navideña y en su ímpetu por repartir caramelos al mayor número posible de personas fue a impactar con uno de ellos en la cabeza de una señora con tal fuerza que le causó una herida. Y la señora le denunció. El auto no tiene desperdicio, sus conclusiones están llenas de ironía y viene a decir a la acusadora poco menos que deje de hacer perder el tiempo a un juez con semejantes pamplinas, ya que tiene asuntos más importantes que atender. Contemplaba la noticia por televisión y al tiempo que me reía de la señora a la que se le termina el mundo porque un caramelo le haya dado en la cabeza lanzado desde diez metros por un hombre disfrazado que le lanza caramelos a otras cincuenta personas que no se quejan, también pensaba en la excesiva originalidad del auto emitido por el juez, de quien pueden estar seguros de la intención de ganar notoriedad con una sentencia que se haría conocida más allá de su juzgado.
Decía un antiguo jefe mío, también en su línea de hombre joven en cuanto a la edad pero con la misma mentalidad anquilosada, que en este país no es que se follara poco, es que siempre follaban los mismos, obviamente incluyéndose a él, y lo más gracioso del caso es que según me enteré él y su esposa intentaban tener un hijo pero por medios naturales no lo conseguían y llevaban un par de años mediante la fecundación in vitro, con lo cual este buen hombre le daba más a la mano que a cualquier otra cosa. ¿Ustedes en qué grupo se incluyen, en el primero o en el segundo?

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